GERMÁN LÓPEZ ARDILA (1993). Abogado de la Universidad de los Andes (Colombia) con opciones en Estudios Clásicos (Latín y Griego Antiguo), y Lengua y Cultura Francesa. Especialista en Epistemologías del Sur de la Comisión Latinoamericana de Ciencias Sociales (Argentina) y el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Miembro fundador del Grupo de Poesía de la Universidad de los Andes. Ganador del Premio Nacional de Poesía (2018) de la Fundación Pablo Neruda (Chile) y la Universidad del Rosario (Colombia). Ha publicado varios de sus poemas en revistas colombianas.
Inéditos
Minas antipersonales
Como un reloj que corta el día en pedazos de seis,
esta tarde corta el tiempo entre nosotros
y aunque esté perdida esta vida sin ti,
se me caen las ganas,
como renacuajos que nunca irán a saltar.
En unos ojos cafés descafeinados,
puedo leer el futuro
a través de las sombras y las mulas arrieras,
en un país tan ligero que lo arrastran por donde sea.
Dicen que esto es vida.
Sin presente ni futuro,
te arriesgaste a amar mil días
De furor y bayoneta,
como mis ojos de sangre.
El ritmo que se impuso,
aunque no fue el más popular,
Nos dejó sin palabras
y sin ganas de bailar.
Ven mi amor,
que el día se me va en esperar,
que tú
algún día sepas cómo regresar
al árbol donde sembramos la historia.
Ven mi amor,
que importa que el paraíso no quiera volver,
aún podemos regresar
a un sueño que te di abrazándote los pies.
Sin título
Otra noche larga,
sin pan sin queso,
en la que me siento en la ventana
a mirar la luna
incompleta como yo
pero tan linda.
Linda,
me paso las horas jugando a la gramática de los viejos,
declino tu nombre para que se parezca al mío,
lo disecto,
le doy vueltas,
le pongo alfileres en las alas como a las mariposas,
intento encontrarlo,
dibujarlo en las paredes de mi cuarto,
lo estrello contra el piso y lo tiro por la ventana
solo para lanzarme yo detrás a recogerlo,
le abro huecos,
lo recorto como confeti,
hago de todo con él.
Pero
no puedo pronunciarlo
Mi ciudad está tan sola sin ti
Mi ciudad está tan sola sin ti.
Las calles de hambre se devoran solas.
Las palomas se han quedado suspendidas
en remolinos de ayer y de lágrimas.
Los caminantes yerran sus pasos,
se chocan unos con otros,
como galaxias lejanas,
que se besan el vacío
de estas noches.
Las estrellas se esconden
tras la capa del infinito,
ya sin razón de brillar,
ya sin su aliento de luz.
La lluvia cae a borbotones
que escurren en ríos de ausencias,
donde zarpan melancólicas barcas
hacia las costas violentas.
Los árboles guardan silencio.
Calla la voz de la brisa
Y mi sueño no duerme.
No duerme.
No duerme.