RODRIGO ARRIAGADA-ZUBIETA (Viña del Mar, Chile, 1982) es un poeta, crítico literario y académico chileno. Su actividad artística se centra en temáticas propias de la modernidad estética: la ciudad, el paseante, la mirada, la memoria, el extrañamiento y la crisis de la experiencia. Es miembro del Comité Editorial de la revista y editorial Buenos Aires Poetry (ARG) donde ejerce crítica literaria. Como poeta ha publicado Extrañeza (2017) y Hotel Sitges (2018). Sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés y publicados en medios de Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados Unidos, Italia y España.
Inédito, 2018
FORMAS DE DESAPARICIÓN
“¿Dónde termina el espacio?”
preguntaba el niño cuando era niño
y la vida bajo el cielo parecía un sueño.
Todo era un mar sin hombres,
sobreviviendo su naufragio:
ni charco, ni orilla, ni fondo del río
cosas que cambian de rumbo,
peces de sangre fría
que no sobreviven la dispersión de la luz.
“Chubascos aislados,
focos tormentosos de evolución diurna”.
La chica de la T.V. arroja al vacío
un aquí y un allá impreciso
y esa duda se parece al vapor químico,
espantosamente fuera del alcance de la vista.
El cansancio, el paraguas, el rumor de adoquines
formas de una misma constelación de aguas negras,
predicciones que ilustran un desencuentro que tendrá lugar
bajo un cielo cubierto de cenizas.
Una sola certeza: Miraflores con Huérfanos.
Ella olvidó decir lo único definitivo: “va a ser un día… un día”.
El tiempo está ideal para desaparecer
-a quién le importa- si desde 1973 alguien
habla por todos
sin ninguno de nosotros
como un actor vuelve a casa tras un largo día
y se estira con los pies descalzos
vomitando un soliloquio en boca de nadie.
Pero hoy eres adulto y estás aquí solo en los techos,
el aire es espantoso
y los hombres de negocios, a diferencia de ti, se ganan la vida
porque están hechos para la derrota.
Nadie habla contigo y no se te oye
incluso ahora que estás en lo más alto, ausente,
como un extraño sonido de los campanarios atardecidos
en el fondo de los seres rotos.
Va a ser un día… un día
en que no entrarás en contacto y observarás
el polvo rodando a tierra
con tu soledad agravada
por el paseo impúdico de las mujeres
a las 9 A.M.
después del primer orgasmo.
Otros indolentes sobrevivirán un tumulto de cal
adiestrados
en el gesto de despreciarse.
Inédito, 2019
LAS OLAS
El cigarrillo toma vuelo
cae
desde el piso dieciséis
al menor contacto con el aire
plomo arsénico cadmio
sustancias se injertan
en las aguas subterráneas
una atmósfera que ralentiza el desenlace
como un suicida que quiere morir en el asfalto
y manchar esta ciudad
a la que ella me trajo
para oír el rodar de los buses demorados y exhaustos
en la hora exacta del amor
para hacerme olvidar las olas
encubrir así el sexo mudo
apenas espuma en sus piernas
reducido el grito
a su mínimo expresión
fotogramático el orgasmo
sin lograr una verdadera sensación de movimiento
bajo una luz de luna
menguada en su claro del miedo
A PARIR
Quizás la falta de seguridad
el gesto- por ella entrevisto-
de quitarme la corbata en cámara lenta
como si pesara más que el traje de Lawrence Olivier
en Hamlet
el desprecio por los signos de riqueza
que se agravan al sacar mi libreta de poemas:
papeles sin valor de cambio
cheques nulos
afasia
lengua muerta
arameo
esperanto.
O quizás el vivir en habitáculos
donde los pasos se confunden en la oscuridad
cada vez más cerca uno del otro
en ausencia de adornos palaciegos
con que ella sueña
en su encandilado desvelo
fuma su ansiedad
y añora edificios más altos
bloques andamios horizontes
basuras cuidadosamente anunciadas
en los periódicos: ENGELS Y VOLKERS,
sus dos estrepitosos amantes.
Me hago eco de tu vicio.
Aprendo- años después-
en tu ausencia
el arte de consumirme a solas
aspirando la asfixia
de la belleza que se marchita.
Nada puede alegrar al príncipe joven
pero decrépito
ni un vaso de ginebra ni de vodka
ni el prostíbulo que muere
al pie del balcón
y las bocanadas en el aire mujer
son los único que pierde valor
a mayor altura
cigarrillos aventados
como pájaros idiotas
que se desploman
a la espera de nada
bajo este cielo más triste
que la noche.
De Hotel Sitges, 2018.
HOTEL SITGES
Para dormir de una vez
tendría que separarme oníricamente
de mis sueños.
Cada noche ensayo la retractación de mí mismo
y en la mañana me ausento a primera hora
frente al espejo.
Puntual: el mezquino vacío de siempre
se enmascara a fuerza de evitar otros desencuentros
como si alguien me hubiese quitado el buenas noches
cansado del luto riguroso de pensar
en una enfermedad presunta.
Cuántos baños de anestesia
toma el cuerpo aromatizado en su propia morfina
cuando desaparece el tiempo
y se precipita horas más tarde
un solo de color durante el eclipse.
Me habitan mis soledades
como agujeros en las cuerdas del patíbulo,
enfermeras sin urgencia,
cenicientas a media sombra
de un baile interminable
sobre el salón blanco,
mi propia cama un merodeo rutinario
en el patio de los locos
lo suficientemente a oscuras
y, sin embargo, luminoso tragaluz
bajo la tediosa cúpula del cielo.
Espérenme en pie los muertos
como a la buena nueva
que provoca en todos un pavor inexplicable.
Aguarden en vela
mientras se aprueba sin dolores la eutanasia
y yo sea la vida, la insoportable vida…
Un imbroglio de cables sin oxígeno.
La respiración artificial
ante la ausencia de suicidio.
De Hotel Sitges, 2018.
EXTRANJERA
Ella quiere aprender mi idioma,
revolver con su lengua los fonemas en mi boca
y todo por temor al silencio,
esa orilla a la que nadie le está dado alcanzar
pero que ella, turista del vacío, igualmente bordea
como al Castillo de Kafka en la luna del Moldava
desde donde siempre es necesario regresar,
desistir
antes que sea tiempo
de perderse en ninguna parte
y amanecer en el laberinto que ambos formamos
como dos vendedores de hilo
luego de enseñarnos
todas las señales
de impaciencia en el desierto.
De cualquier modo se las arregla
para robarme unas palabras
sobre mí
sobre poesía
sobre nada.
Cuando mañana despierte
contaminada de una gramática sin alma
abrirá las ventanas
murmurando un desconocido
contra el cielo de Praga:
un escenario borroso
para nombrarlo todo de nuevo
bajo el dictado de una voz sin nadie.
Ella escribe este poema.
De EXTRAÑEZA, 2017
CINEMA
Esta noche vimos en el cine una película italiana
de la que habrías querido mayor realidad
y eso ocurre, querida, minutos después
en la habitación a solas
cuando ya no hay la vida de otros en la pantalla.
Nos quedamos de silencio en silencio
desvelados por nuestra propia historia
como en una imagen de cine mudo
donde escribir la palabra tedio
y llenar el encuadre vacío que son estos cuerpos
divididos por una última escena
con los ojos dolorosamente encandilados
del exceso torrencial de episodios sobrantes
que un guionista bien hubiese podido acotar.
Nos hemos dormido en nuestra función interminable
y ya no basta cerrar la puerta con llaves
ni inducir al sexo con la puntualidad de Cenicienta
haciendo uso de una antigua magia
cuando solitarios espectadores abandonamos la sala
nauseabundos de adivinar un final tan predecible.
En este punto ya hemos quemado nuestra propia cinta
y el teatro se derrumba como en Cinema Paradiso
con nuestros nombres difusos en el neón
arrasados por el tiempo que los borra.
Derrama ahora una lágrima conmovedora
por este fin
insoportablemente real.