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JULIO CÉSAR GALÁN: POESÍA ACTUAL ESPAÑOLA

Julio César Galán (Cáceres, España, 1978). Fue lector de español en la Universidad de Argel y profesor asociado en la Universidad de las Islas Baleares. Actualmente es profesor contratado doctor

Gladys Mendía 3 años ago 76
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Julio César Galán (Cáceres, España, 1978). Fue lector de español en la Universidad de Argel y profesor asociado en la Universidad de las Islas Baleares. Actualmente es profesor contratado doctor en la Universidad de Extremadura.

Autor de los siguientes poemarios: El ocaso de la aurora (2004), Tres veces luz (2007), Márgenes (Premio de poesía “Villa de Cox”, 2012), Inclinación al envés (2014), El primer día (2016) y Testigos de la utopía (, 2017). Además, ha publicado como heterónimo los siguientes libros de poemas: Gajo de sol (2009), La llanura (Premio de poesía “Vicente García de la Huerta”, 2016) y Para comenzar todo de nuevo (2017) de Luis Yarza; ¿Baile de cerezas o polen germinando? (2010) y ¿Una extraña orquídea o un superviento estelar? (2021) de Pablo Gaudet; e Introducción a la locura de las mariposas (2015) de Jimena Alba.  

De su poesía se han realizado diversas antologías como Ahora sí (2018), Donde es aquí (2019), Acorde para las aguas madres (2019), Anotaciones cardinales (2019), El inventor del Sí (2020), Sin adiós (2020) y Con permiso del olvido (2021).

Ha sido antologado en Matriz desposeída (2013), Limados. La ruptura textual en la última poesía española (2016) Poéticas del Malestar (2017), Desobediencia (2020), País Ibérico (2022), Exopoetas (2022) y Poéticas del afuera (2022).

Su obra poética se ha traducido de manera completa inglés (de próxima edición) y francés (de próxima edición); y parcialmente al checo, portugués, griego y árabe.

Como ensayista cabe destacar: Ensayos fronterizos. Entre el poema y la heteronimia (2017) en coautoría con Óscar de la Torre y Jimena Alba; El último manifiesto (2019) de Jimena Alba; Cuaderno de Sombrario (2020) y Correos a los editores. Poesía Especular/Poesía non finito (2021) como de Julio César Galán.

Entre sus textos teatrales podemos citar los siguientes: Eureka (2014), La edad del paraíso (2016) y No. Bocetos de un libro futuro (2021).  

La antigüedad de elevar nubes

Nunca he tocado estas palabras.
Nunca las he tocado
mas son antiguas,
no están cansadas pero son antiguas.

He hecho hablar a las aguas
que llevaban tu nombre.

He hecho hablar a los árboles
que desde el corazón se bifurcaban
en picos y hojas y más mediodía
y se multiplicaban por el aire.

Me han contado que nunca había
tocado estas palabras; me faltaban
siglos para poder abrir sus puertas
porque tuve que degustar
ortigas y nadar hasta el coral
que fue mi cabellera.

Y he aprendido a crear distancia,
a olvidarme de mí, a no golpearme
ante los muros. El dolor enseña.
La sangre enseña y comunica.
Las nubes nos habitan
y enseñan.

Nunca he tocado estas palabras
mas son claras y duras
como la piel
que toco hasta adentrar
mis manos,
y son antiguas
y claras
aunque vengan de aquella gusanera.

Sobre el nivel del mar

Ansío toda luz porque un día fijé el mundo
con mi dedo índice,
y amo
el correr de los ríos porque de algunos peces
aprendí hondura.
Fueron mis ojos quienes miraron
por primera vez
que en la caída de los astros se escondían
un niño y una rueda.
Siempre me hice invisible cuando los hombres
pusieron sus manos
sobre mi fingida presencia,
y cuando tuve un brazo que parecía un ala,
las flores que brotaban
en los tejados me otorgaron
las dádivas de un vientre,
ésta es la única verdad que he conocido.

A dos mil pies sobre el nivel del mar
la marcha de los pasos deja de orbitar,
el frío aumenta toda lucidez,
y la respiración es lenta
como la vida en las montañas
y en las ermitas, el corazón renuncia
a cualquier renuncia,
y la única doctrina es la fecundidad.

Nuestro propósito es crecer cuando creamos
y amar a cuanto no desgarre,
nutrirnos de nosotros mismos y no golpearnos
en soledad
y que cada vez que el mundo sea la primavera
nos despojemos de cuanto fuimos
y seremos, formando
la columna que une nubes, espacios y semillas.

El truco no es difícil ni complejo,
tan sólo se necesitan
algunas dosis de serenidad,
concentración y sencillez.

A seis mil pies sobre el nivel del mar
-y subiendo-
los ojos van perdiendo su nostalgia
y para no cegarnos tengo que demostrar
mi destreza en las diferentes artes
de la distancia
y para que no se dilaten las venas
el oxígeno tiene que ser lo más escaso posible.

Se aligeran,
se aligeran las manos, los pies, el pecho,
los lastres se reducen:
las personas que un día me nombraron
hacen el mismo ruido que las hormigas.

Sigo el rastro de los cometas,
de las galaxias que comienzan
cuando un huevo se rompe,
de esa gracia tan tuya de armonizar
mis extremos.

Sólo me he dado opción a mudarme en un hoy,
en un hoy que renace, confirma y desprecia.
Poco importa la muerte ahora.
Poco importan las palabras ahora.
Poco importa que el mar
haya expulsado a quien movía su repetición.

Los restos de la fiesta quedan aún en mi boca,
aún me ofrecen mucho juego,
aún relucen como miel secreta.

A diez mil pies sobre el nivel del mar
sólo quedan los labios,
el nacimiento de unas risas entre las sábanas
y las luces que como gotas de rocío resbalan
sobre este mármol.

(De Tres veces la luz, 2007)

Transparencia

Esta llanura se desenrolla hasta el adentro de los bosques o el horizonte en lluvia (la metamorfosis de las pupilas). Hago de mi mano un parasol, visera para la luz. Miro la mano, casi se transparenta su forma: agua que arrastra estrellas extinguidas, aquella sangre del sol que va a ser luna (¿los acantilados de la soledad?), esta ala esencial del vuelo interminable que roza la piel de las orquídeas, que queda suspendido en el raudal del aire (un diente de león ha soltado su cabellera). Aves sin forma que vuelven al nido y tú ya vas siendo tus otros.

***

La sien descarnada por péndulo y en la oscilación los ojos van y vienen (desprenderse ha sido inevitable). Todavía el sol no ha penetrado en la nieve de los azulejos. Por su blancura se deslizan dulcemente los ojos, vigías del insomnio, y dentro del fondo del blanco se exalta el destierro del mar en una caracola. Algunas luces insinúan signos que son labios, es decir, juego con las palabras mientras la conciencia se estira en olvidos, ausencias y desencantos. Nos dijimos: “Ni siquiera tú, testigos de tus aguas, llegas a completarte, a manifestarte y sólo esculpes estrellas […] bajo ese castigo de las cosas. Allí toma origen el cuerpo que desconoces bien e inconscientemente despunta de ti en la abstracción de tu soledad”.  ¿Qué ha cambiado desde entonces?

***

Al acercar la oreja a la almohada escucha el trasiego del mar o de los coches. Desparecieron las calles y los rostros. Los párpados se cierran, pero no se cierran. Lejanías y presagios. Las afueras de las afueras de las afueras. La dialéctica entre los astros y los objetos de su habitación: hecho sonoridad en el hilo que les une.

En la precisión de separarse de sí mismo el nombre se fue diluyendo. Después de aquellos presagios, ¿qué fue de nosotros? Soledad en progresiva solidez: pocos son los límites de las manos, ninguno. Sin resistencia a la dureza ha excedido sus bordes y la proporción de su cuerpo es traspasar. Duermevela y semejanza con cada cima: la ronda por la locura. En el pasillo se escuchan los pasos de aquel que te nombra y humea en este que estoy: horizonte que refleja esas manos posiblemente mías.

Incesante origen

Dejo caer la gota que abrirá nuestra vuelta y me digo: “Cada día son los dioses, apúralos en la destreza de igualar tus manos con tus manos, pues no diferenciándote de ti habrás conocido a quien te vive. Y una vez terminada tu unidad, siempre desde la lejanía, no busques más en la aurora las azarosas luces. Y sólo cuando comiences a saciarte con cada ser, nacerás con cada uno de ellos, haciéndote dios del ahora”. Cae la gota y vuelvo y caen las certezas.

***

Gotean las rosas a contraluz. Cuando baja el rocío siempre se lleva algo del mundo. Ya no mides esos bordes tan ajenos. Mira y aprende que descarnados los sentidos son elevación. No volverá. Junto al oleaje de la hierba se desvanece un cuerpo. Sombra. Concentra en un punto la lluvia, los árboles y los pájaros quedarán atrás. Detrás no existen y, por eso, son más bellos. 

***

Y después de intentar responderte, ¿qué has conseguido? Ninguna solución y la entrada en un círculo en donde cada vez más el mar es más sólido, casi roca que pudiera oírse. Has vuelto a quedarte en azul, sin título para tu identidad, redoblando las entrañas en alguna nube o desplegando estas palabras sobre las manzanas casi sabias. 

(Del libro, El ocaso de la aurora, 2004)