JAVIER LLAXACONDOR (Lima, 1982) Poeta y viajero peruano. Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú, negocios en la Universidad del Pacífico y Apicultura y ecología en el Colegio de la Frontera Sur (Chiapas, México). Viajó como profesor y técnico rural por Sudamérica, especialmente entre Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia. Publicó manuales para la producción de miel orientados a docentes campesinos.
En poesía sus textos han sido traducidos parcialmente al italiano, rumano, chino, árabe, inglés y alemán, así como publicados en Perú, Chile, Venezuela, Italia, Rumania, Marruecos, China y España. Vivió en Manchester (Reino Unido) donde trabajó como obrero.
Fue socio fundador del Festival Internacional de Poesía de Lima – FIPLIMA y su gerente hasta 2016.
En Santiago de Chile, donde ahora vive, dirige el Festival Internacional de Poesía de Santiago – FIP SANTIAGO.
La ciudadana K.
A Diego Maquieira
¿Quién eres realmente, K.?
Un ángel con dos alas cual defectos
O apenas una muchacha sin suerte que aprendió a volar una madrugada
Traduces mi gesto al dialecto del silencio
Tomas cada palabra de la mano y la pierdes en tu sexo
Tu afecto es un sinsentido que se escurre entre tus llagas y lo que muere
Mi palma cree aprehenderte
Pero es tu sudor el que extravía mi tacto ciego
Nada puedo decir de ti
Ni de tus pies desnudos
Porque mi lengua traba tu sonido en cautiverio
¿Quién eres realmente, K.?
Apenas tu revés sordo
Acaso mi única virtud
Espalmada en mi regazo
No puedo sino olfatear tus alas húmedas para librar con lo oscuro
Lames tus plumas
Como si despreciaras tu especie
Y yo no te traicionaré llorando hasta que termines
¿Quién eres en verdad, ciudadana K.?
Una muchacha que ha descifrado los triángulos del aire
O la venganza de ese cuervo con el corazón destrozado
Que mira tu sombra esclava
Y la desea para sus crías
Excusa cada lastre de mi duda
Porque cada pregunta consume más tu luz
Dice tu mutismo que la ceguera es mi canto
Y yo no puedo sino oler tus alas sucias de rocío
Un par de estropajos para limpiar el hedor del cielo
Mi propósito de ser un pájaro ciego
Que remede tu extravío al estrellarse
Y ascienda como una de tus plumas
Silentes
Libres
Solas
Uquira
Opto por beber del cántaro la leche materna
Y adormecer mi arrullo con mi propia mano
Opto por bendecirme en el sonido destructor
Por morder el seno expuesto
Opto por optar
Y masticar vegetales
Que le hacen bien a mi destrucción
Y ¿qué es un diente sin el lóbulo ni la oreja?
Y ¿qué es un cántaro sin un ángel de Jericó?
Y ¿qué es un arrullo sin tu mano jadeante?
Y ¿qué es tu sonido sino otro vientre?
Opto por beber del cántaro la leche materna
Por suturar el seno expuesto
Y callar
Mi amigo Quyuan
Me llevaron a conocer el templo de Quyuan
Los peces que se comieron su cuerpo
Dejaron de él solo algunas cartillas amarillas
Se explica ahí que no dudó en arrojarse al río
Con la finalidad de jugar con su muerte
Se le recuerda con un pincel y una túnica
Raídos hasta hacer notar su pena
Desahuciado en la profundidad con cierta estética
Su cabeza tocó fondo y se iluminó
Sus ojos definieron que tras el abismo solo habitan abismos mayores
Suenan en el templo tambores para recordarlo
Quyuan los ignora
Porque incluso el ombligo de la concubina ajena no es lo importante
Un héroe
Siempre debe ser castigado
En su ridícula ciudad
Ubicada entre montañas que los pájaros y los dictadores evitan
Se envuelve en hojas verdes el arroz avinagrado
Que los campesinos arrojan al río cada junio hace cientos de junios
Para que los peces no se sigan comiendo su cuerpo
Se recuerda un sacrificio, pero también una broma
El orgullo de un poeta no debe tomarse en serio
Un héroe
Debe ser castigado
Siempre
Y mejor si es con el olvido
Y la digestión
A Enrique Verástegui
Ya nos sentimos mejor
Pero anoche perfidia nos agobiaba
Nada era suficiente para su hastío
Y fuimos de una perfidia a otra
Haciéndoles el amor lo mejor posible
Agotando los sonidos
Peinando sus cabellos desde la nuca hasta el abismo
Y dibujando su sombra sobre el vapor del lavabo
Una orquesta de jadeos y perfidia muda ante la nada
La nada tenue
Cántico del gallo en la madrugada del espacio
Al salir de la catequesis
Al hurgar en la roca
Al relamer el pezón azul de la campesina
Perfidia era el pájaro sobre la esperanza de mi naufragio
El brío en el diente de oro del usurero
El líquido elástico que caía del ego
La piedra sexagesimal de la bebida
El anzuelo en los labios del bucanero
El gusto ácido de la cópula modesta
El orín y la sangre en la cúspide del inodoro
El beso tísico del niño sobre su pleura
Y todo eso nos agobiaba anoche
Pero hoy trascendidos holgamos en el vacío
Saludables y sin dinero como equívocos el uno respecto al otro
Perdidos en la historia irreversiblemente desembocamos en el ayuno
Perfidia es la ingesta del tallo fecundo de la palta
Empecinada en extraviarnos en sus sulfatos
Perfidia es mi nariz en tu vello
Revelado por el sodomita del evangelio
Perfidia ofrecía anoche una ascensión a venus
De eso queda apenas una lección mortuoria
Para jodernos el paraíso
El Romaní
Deja ir su apetito siete minutos
Pasadas las doce en la carpa del tiempo
Cocinando congojas y sonidos secos
La destreza de su niño bizarro juega con tus ojos hacia el rincón
Tu ombligo le danza
Inconsciente de su sensibilidad
Ante el silencio de los cuchillos y su edad morbosa
En busca de la eternidad sacra de la pena ardiente
Danza tu sombra como una diosa o un animal
Tu cuerpo paga usuras como quien cose un deseo
Acuchillar al Romaní significa sucumbir ante la arruga de tu abdomen
Superar el vacío de su carcajada
Sometiéndose al aguijón ponzoñoso de su cariño errante
La avispa posada en tu seno habita en el humo de su eco
Se ahoga en el jarro de su vino
Que el Romaní bebe y revuelve con su dedo
Después del amor
Su anular acéfalo acaricia la comisura entre tu herida abierta y mi celo
Como si adivinara el epitafio de mi tumba
Perdonarle el paso al Romaní sobre la tabla
Sería cambiar el olor de tu cuello por cien gramos de cobre
O darle crédito a su zapateo inútil
A su lengua que preña tu líbido de cuchilleros políglotas
Debajo de su carpa del tiempo
Raída por el zarpazo ahogado de mi mala suerte
Dominando cada animal
Dispuesto en orden alfabético
Al silencio de mi deseo
Más secreto