JOSÉ GARCÍA OBRERO (Santa Coloma de Gramenet, 1973). Es autor de los poemarios Un dios enfrente (La Garúa, 2013), con el que fue finalista del premio Ciudad Alcalá de Henares de Poesía, en 2014; y Mi corazón no es alimento (Ediciones En Huida, 2014). En 2015, la editorial Valparaíso publicó su traducción de Mal, del poeta catalán Jordi Valls.
Con La piel es periferia (Visor, 2017) obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Burgos en 2016.
Actualmente, forma parte del equipo de redacción de la revista de poesía contemporánea en lenguas peninsulares Caravansari y colabora en el suplemento cultural Cuadernos del Sur, de Diario Córdoba.
RAÍZ
Algo nace quebrado.
Lo indica esa montaña cubierta de edificios.
Ni un solo palmo de tierra limpia para la siembra.
Un descampado, a veces, interrumpe el paisaje
vertical de ventanas.
Un descampado es una tierra podrida;
ningún loco pretende ahondar bajo sus piedras
y enterrar la semilla de la fruta del miedo.
Aquí se invierte el mundo:
él cosecha entre hombres, agujas y cristales,
protege de miradas a los cuerpos urgentes.
A veces un cuchillo amenaza los juegos
de los niños que ignoran el temblor
de las venas cansadas de estar rotas.
Y algo nace quebrado si no hay tierra
tan limpia que podría morderse.
Se arrojan las semillas, sin mirar, a la acera,
esperando que el viento las proteja en su marcha.
La respuesta es el tronco que crece sin raíces.
De Un dios enfrente. La Garúa, 2013
VIOLENCIA GRATUITA
Antes de cada puñalada hay una sonrisa:
cae de la boca y queda colgada en el cuchillo.
Sonrisa y acero se adentran juntas en la carne.
Ahora debería decir que me aparto,
que odio esta violencia gratuita
asaltándome cada tanto en la puerta de casa
vestida como una paloma sucia en un dintel.
Pero ya soy un hueco y nada puede hendirse
entre las luces o en el trasiego del viento,
y este hecho llena de impotencia al asesino.
Unos brazos abiertos pueden ser un buen golpe.
De Un dios enfrente. La Garúa, 2013
PARTO
Hubo un instante
en que nadie en el mundo
había muerto.
Una línea finísima
de tiempo impreciso
en que todas las cosas
chocaban
suspendidas
en el fluido
caliente
de la casa.
Vino después
un giro brusco:
la luz blanca
y el primer golpe
y un ruido
de engranajes
y esta penumbra.
De La piel es periferia. Visor, 2017
PENUMBRA
Solo un punto de fuego, que lento se consume.
Ni más ni menos eso: calor de luz muy débil,
apenas perceptible si pasas distraído.
Así que aprieta el paso porque el miedo da alcance
y es un bosque que espera con brillo de mil ojos.
Párate. Sácate la angustia de las uñas como si fuera tierra.
¿Si te agarra, qué importa? es solo miedo, es solo miedo
y el miedo es negro como sábanas que apagan las estrellas
(desmenúzalas luego en un tazón con leche que te sacie).
Cruza las calles; observa como irradian tu sombra las farolas;
explota con el índice ladridos suspendidos en el vaho
igual que pompas de jabón. Otros ruidos se alejen: zumbidos,
risas deshilachadas, borrachos que se enojan
y dicen ser la muerte, y siembran esa duda en las esquinas.
El lecho es ahora blando y el corazón, una medusa:
una sepia muy blanca, que se impulsa con pálpitos
e inflige quemaduras con su roce.
Se baña en sal, luego cae como pluma rodando
mar abajo
donde el fuego es un ascua y la luz
el soplo.
De La piel es periferia. Visor, 2017
POSIBLE IDEA
Espera,
este pensamiento tritura como un molinillo de café;
abres la pequeña caja y la alegría aparece desmenuzada,
apenas unos polvos con que aguantar el tipo todo el día.
Puerta giratoria que solo expulsa y expulsa y expulsa
y casi nunca –quizás esta sola vez y por descuido –
caemos dentro.
De La piel es periferia. Visor, 2017
FUEGO
Escribir: hacer fuego,
conservar el fuego,
entregarse al fuego,
entregar el fuego;
irse.
De La piel es periferia. Visor, 2017
CENA
Has confundido cena con ceniza
y esa fría paronimia te han llevado al silencio.
Era cuestión de tiempo y combustión.
Entra, pues, en materia y avanza enmudecido
–la ceniza es ceniza y no será otra cosa –.
Nosotros, sin embargo, resistimos al aire
que hace ondular adentro el brillo de la idea.
La ceniza es ceniza y espera con paciencia.
Inédito
CENIZA
Se sacudió del pelo la ceniza
para anunciarme su dolor:
¿Lo ves ahora?
Ni en cien días podría restañar
las márgenes borrosas
de estos inmensos lodazales.
Mientras eso decía
yo me adentraba en su caudal
y era tan limpia el agua,
que la luz rebotaba
contra la superficie.
Así, cegado, toqué la arcilla
al fondo, adherida a las algas,
y era en su consistencia y forma
idéntica al dolor de mi ceniza.
Inédtio
LA FLOR EN LAS FAUCES
El tiempo de la perra fue el de los descampados:
terruño ralo, cristales y esas flores sin nombre
que estaban más sabrosas conforme adelgazaban.
Tiempo de rodilleras y copiosas camadas
de cachorros; sueño atrasado y sal en la tartera.
Tiempo de masticar, crujiendo entre los dientes, la aridez:
un revuelo de hojas y raíces por siempre suspendidas.
La perra caminaba en paralelo al vuelo de las aves.
Prisionera en su cárcel de nubes y montañas,
alzaba la mirada al horizonte por ver si su reflejo
–un ave subversiva caída sobre el árbol del origen—
dejaba un rastro, unas migas de pétalos rojizos
abriéndose al paisaje del dios de las encinas.
Resignada, la perra descendía despacio hasta la acera,
para lamer con la mirada la ventana de algún hogar
escaso, pero con tibia luz de manos en la mesa.
Al otro lado del cristal siempre había otra perra
añorando el sabor a flor que emanaban sus fauces.
Inédito
VENDIMIA
Yo fui el extranjero del otoño,
la máscara indolente en las bodegas
que trae la floración a los sarmientos
desde una primavera transparente.
Fui el alto balcón del que persigue,
por los bancales negros de la tarde,
el rastro de la crin de tu corona,
y arranqué del racimo de tu lengua
una luz destilada de abandono.
Mira estas manos que brindaban,
vaciadas de ebriedad y de deseo;
no beberán sin ambición las tuyas,
aunque sientan latir desde tu entraña
la penumbra febril de los lagares.
Dos lejanos enjambres de septiembre,
libaron nuestro tiempo hasta agotarlo