ROCÍO MUÑOZ VERGARA (Sevilla, España 1982) Actualmente reside en Rosario (Argentina). Es licenciada en Filología Hispánica, profesora de Lengua y Literatura, becaria de CONICET para estudios de doctorado en la Universidad Nacional de Rosario, gestora cultural y directora junto a Luis Alberto Steinmann de la Editorial El Salmón. Coorganiza el ciclo literario A cuatro voces, en Sevilla en la temporada 2014-2015 y en Rosario desde entonces. Ha publicado tres poemarios: Tacuarita (Rosario: Espiral Calipso, 2009), reeditado en (Sevilla: Karima Editora, 2015), Lengua de serpiente (Rosario: Ediciones Danke, 2017), y Palimpsesto (rosario: Proyecto Exuberancia, 2018), próximamente reeditado como plaqueta en Ediciones Avent.
TRÍPTICO DE LAS CIUDADES
Rosario concupiscible
Rosario concupiscible,
canasto de vísceras por el río,
círculo vicioso de rosas indomesticables.
Rosario erotizada errortizada
Rosario Paraná y emparanada.
De tu historia a mi histeria un caminito
que conduce al diván, probablemente.
Algo flota en el aire,
como una maldición, como una fiesta.
Es la fiebre inmediata,
es ya, es ya, es ya.
Rosario y yo negamos la postposición
y vamos a aliarnos contra todos
los que no estén de acuerdo con nosotras.
Vamos a abrir las alas y las piernas
pateando el agua sucia,
que se nos cuela adentro adentro adentro
y nos hincha la tripa.
Yo tengo
una ciudad entera como máscara.
Juntas las dos,
un renglón cada una,
Vamos a hacer al menos 2 bestsellers
y a escribir en el reverso cartas de amor
cartas desengañadas y engañosas,
cartas para engañar, para engañarnos,
cartas desesperadas y patéticas.
Y después con las hojas
vamos a armar barquitos,
y a lanzarlos al río.
Los barquitos se irán para la isla
y se chamuyarán a las víboras.
Y cuando las víboras los muerdan, los envenenen, los asfixien
y copulen con ellos,
Rosario y yo, cagándonos de risa,
Obscenas, depravadas,
cuerpo a cuerpo, latiendo al mismo ritmo,
iremos a tomar otra cerveza.
De Tacuarita, 2009.
Misiones
Sé que vendrás, Misiones, a hacer violento al verde,
a hacer del rojo una verdad inapelable.
Vendrás Misiones toda de grito y catarata
a negar la armonía,
a exceder los espacios y los límites,
a desgarrar de juncos el asfalto,
las paredes y todo.
Vendrás desordenada
y acogerás la angustia en la maleza
y toda serás selva
porque nadie podrá domesticarte.
Serás ciudad maldita,
roja como la sangre de tu tierra.
Serás incontenible, inaplacable,
serás del viento norte,
tuya como ningún otro lugar.
Vendrás tumultuosa
de silencio taimado y de secreto.
Vendrás tan excesiva
de insectos y de pájaros
que toda serás vida entera eterna grande,
y surcarán tu siesta misterios y acechanzas.
Sé que vendrás, Misiones, con la lluvia, de pronto,
y arrastrarán las víboras tu vientre colorado,
y en la tormenta ¿quién sabrá cómo nombrarte?
Misiones, paraíso terrenal de tus serpientes,
no dejarás crear, no dejarás creer
las cosas de los hombres.
No serás de los hombres, Misiones infinita,
no les concederás ni paz ni amparo,
no encontrarán en vos el equilibrio.
Llovete, desgarrate, guardá bien tu secreto
cuando vengas, Misiones.
Mirá que quieren ríos para sentir que fluyen como ellos.
Mirá que quieren verde para sentir que son Naturaleza.
Mirá que al contemplar tu selva inabarcable
quieren pensar la paz de sus espíritus.
Estate siempre con los pescadores
que conversan con vos la misma luna.
Estate siempre con los canoeros
que remontan el río peligroso.
No dejes que acompasen los hombres sus guitarras
al sonido del río.
No dejes que te exijan un verde más sutil.
Griten tus cataratas
y calle lo demás entonces, todo.
Mi arma
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana.
Luis Cernuda
Te negaré tres veces y trescientas
y me perdonarás setenta veces siete.
Habré de confesar que no entiendo la vida
sin su costado trágico.
Habré de confesar que para mí las columnas se retuercen,
las venas se retuercen,
los ritmos, y las noches, y el silencio también.
Habré de confesar que cierta mezcla
entre incienso y azahares
me compone las vértebras.
Verdad genuina de mis entretelas,
corazón de 40 grados a la sombra
y cervecita para amortiguar,
tú que pesas
como una carabela,
tú que besas
como una calavera,
dame para mirar tu espejo deformante
y no apartes de mí este cáliz
que yo siempre seré tu Max Estrella
desde el fondo del vaso.
De Lengua de serpiente, 2017.
PRE-LUDIO
I
EL JARDÍN
Me gusta la mordedura en la manzana.
Suena a manzana, suena a verde.
Suena a sexo y a armonía salvaje.
Soy la niña que muerde la manzana,
ingenua agreste y agresiva.
Corro de un lado a otro,
el pelo al viento,
la luna en la cintura,
el sol en la cabeza ardiendo ardiéndome,
manzaneando laberintos secretos
de tierra y de agua,
de barro y de río,
sonando a río.
No hay miedo, no hay silencio.
Protege tibia natura,
cestita con frutas.
Se viene la alegría briosa.
Se viene el paraíso,
apenas un instante,
acaso siempre.
Luego se desvanece y queda el bosque.
II
EL BOSQUE OSCURO
“Los sueños son mitos privado. Los mitos son sueños públicos. Si tu mito privado, tu sueño, coincide con el del resto de tu sociedad, todo irá bien. Si no coincide te espera una larga aventura en el bosque oscuro”.
Joseph Campbell
Ahora sí la noche y el silencio,
la sombra, el aquelarre, el absoluto.
¿Todo lo puedo?
¿Todo lo quiero?
¿Todo lo hago?
Toscamente deliciosa,
bruja y vampira,
en busca de la infancia o de la muerte.
Alguien susurra.
Algo se multiplica.
Ya las voces están por todas partes.
El silencio habla las lenguas infinitas del bosque oscuro.
Y las lenguas se alargan.
¿Las sigo?
¿Las deshago en un hechizo?
¿Las enveneno?
Bosque de todas las preguntas,
de ninguna respuesta.
Es mi casa.
Tengo un pasadizo en la maleza
donde se duerme bien,
y cojo con criaturas maléficas
y nutro la tierra con su sangre,
y construyo esqueletos que me sirven
que no sé si me sirven,
que me atacan
me están atacando me atacaron.
Mezclo todo. No hay tiempo.
Hay todo el espacio de mi bosque.
¿Cuánto ocupa?
Bosque de todas las preguntas,
de ninguna respuesta. Acá soy libre.
Pero no viene nadie.
III
EL CASTILLO
“De ser posible, léase al son de una cajita de música”.
Vengo de la hoguera que gira.
Hoguera carrusel
de lentejuelas.
Gira mi vestido y arde.
Estoy desnuda envuelta en tules que arden.
Huele a hueco la piedra.
Soy de hueco, de humo y de tul.
Miro desde la almena.
Diviso un bosque y un jardín más lejos.
Apenas si recuerdo.
Nadie sabrá llegar, ¿lanzo la escala?
¿La escala musical o la de cuerda?
Sé cantar como buena princesa.
Sé lanzar cuerdas como princesa mala.
Pero
¿quién desata mi trenza?
¿Quién desliza su flecha por mi música?
Tengo un espejo y un reloj de arena
y un cojincito de raso
Creo recordar que fui nenita
y sangrienta victimaria de la noche.
Ahora
lejana y solitaria
diviso todo desde la almena.
Y la almena vuela.
Y el viento me sacude y me sostiene
llevándome con mi cojín de raso,
esparciendo la arena del reloj
y rompiendo el espejo.
Mutilación o carencia
¿Cómo puede caber tanto ron y tanta miel en una sola botella?
¡Soy un mueeeelle? ¡Soy un mueeeelle?
La fuga de cerebros, todo eso,
y Occidente muriendo como el sol.
Éramos un cuadrado, los cuatro.
Y ya casi amanece.
Vamos a comer algo a Los Niños del Flo.
Se me cae la cabeza, estoy borracha.
Hablen, hablen ustedes, que yo los quiero con locura
y eso me sobra para dormir a gusto.
Después la casa, los novios, el trabajo…
Me queda grande la vida.
Tanto de burguesita linda no se puede.
Habrá que irse.
Pero ¿qué ruta consagramos
si los héroes clásicos han ido a pasearse por el callejón del gato?
Si comimos del árbol de la ciencia
ya no hay más paraíso.
¡Vámonos!
No sea que nos pudramos de cinismo.
¿No ven que parecemos viejas glorias
tirados en el patio,
y que las sillas de nuestro bar se quiebran
porque ya no resisten nuestro peso?
No se puede amar tanto, está prohibido.
Uno casi podría parecer vulnerable
O echar raíces demasiado gruesas.
Hay que irse.
Yo me voy.
Partir será un pretexto para volver a casa
trayendo en la maleta
la flor azul,
aquel Aleph, aquel libro de arena,
el Puente de Plata, el plato verde,
el cordero de la caja,
la otra orilla del río para Ofelia,
la baraja maldita del Titanic,
el diabulus in musica, el árbol que habla…
Donde quiera que esté
mi voz será legión,
y ustedes la Verdad originaria.
Por eso puedo irme,
porque no habrá un pedazo de mirada
en que no esteis vosotros.
No tengo más verdad ni más palabra.
Vengo de donde vengo,
sólo soy lo que amo,
y esa única certeza
me da todo el valor que necesito.
Lo demás es silencio.
Vámonos antes de ponernos cursis,
que ya casi amanece
y el espectáculo debe continuar.
La tierra prometida
Los aviones huelen a sitio cerrado.
Las azafatas hablan de la muerte.
Cristo pesa. Yo no sé llevarlo sola a la otra orilla.
Posiblemente no sea una buena conquistadora.
¿Qué hacer entonces? ¿Quedará otro rol en América?
Moisés, tú no conocías a Cristo.
Moisés, tu báculo es una serpiente venenosa.
No separes las aguas, que me da miedo el 2.
España una, España “una, grande y libre”.
No separes las aguas que me da miedo el 2.
En la arena mojada las huellas no se borran.
Moisés, pesan las tablas.
Tu serpiente se enrosca en mi tobillo.
Caen las tablas por el suelo.
Moisés, ¡cierra el mar que se las lleve!
Cierra todo, el espacio es tan grande…
Tiñe de azul el mar.
Vuelve todo a su sitio originario.
Haz pentáculo tu estrella de David.
Borra las marcas de la persecución.
Déjame nuevamente
pedirle al horizonte que algún día…
Que algún día…
Pero aleja ese día,
déjame en la esperanza de los débiles,
que tengo mucho miedo
de encontrar lo que busco.
Toallas
“Si total las toallas están para usarse”
me dice mi casera.
Y mi toalla se quedó en el taxi
y ya no hay toalla más tuya ni mía.
Ni tuya ni mía.
ni tuya ni mía
Ni hay dálmatas ni hay Disney ya.
Tenía que ser así pero
¿cómo todo para todos sin infancia?
Si total las toallas están para usarse.
Así era en la playa, creo.
Mojadas pasaban de primo en primo.
Ahora no saben a sal pero igual secan.
El taxi se llevó todos mis dálmatas
pero dejó una clave
secreta.
Todo sirve si seca.
Y ya no tengo frío.
De Tacuarita, 2009.
ABRIGO
Algún día, y digo por decirlo, tendremos
ese tapado de armiño;
será un tiempo más justo, forrado en lamé,
como el tapado del tango. Un tiempo sin olvido.
(Paco Urondo)
Suena tu abrigo, Paco,
Como si estuviese lleno de agua,
es un abrigo de vinilo en un estanque.
Alcanzo a recogerlo,
Su redondez me desconcierta,
Quiero apretarlo entre mis brazos
Y hacerlo chorrear hasta que sirva,
Hasta poder ponérmelo,
Hasta que abrigue algo.
Pero no puedo, Paco,
Está lleno de agua
y pesa demasiado,
O es el abrigo de ella,
El abrigo de otra, de la otra,
Más feroz y más libre y más fuerte que yo,
Tanto
Que no alcanzo a sacarle toda el agua,
Que apenas a nada alcanzo, Paco
Más que a sostenerlo entre los brazos
Y a tener miedo a todo.
De Palimpsesto, 2018.
Santa
Doña Carmen nos hablaba de su hija.
Se había muerto de cáncer
a los nueve años.
Ella misma se buscaba las venas
para que la pincharan.
Nunca se había quejado
y se había ido directa al cielo
sin pasar por el purgatorio.
Eso significa ser santa,
irse al cielo sin pasar por el purgatorio.
Casi nadie puede conseguir eso.
La hija de mi señorita sí.
Yo desde luego iba a tener que pasar por el purgatorio
y eso no me dejaba dormir por las noches.
Muchos años después doña Carmen había tenido otra hija.
Se llamaba igual que yo
y tenía mi misma edad.
Ella tampoco iba a ser santa.
La recuerdo a menudo
con la sombra de su hermana a cuestas,
Yo que no tengo hermanos
me acuerdo de ella. Tengo clavado en la cabeza
el peluche que me regaló por la comunión.
Su madre me regaló un rosario de plata.
Ella una perra de peluche.
Aquella otra niña se había muerto hacía mucho
y era muy diferente a nosotras,
era mejor que nosotras.
Nosotras éramos muy inteligentes, nos decían,
pero ella era santa.
En clase procurábamos tirarle de la lengua a doña Carmen
para que hablase de su hija,
de la muerta,
a la otra apenas la nombraba.
Le gustaba mucho cantar
y cantó hasta morir, como los cisnes. La viva y yo éramos más bien como los patos.
fuertes, resistentes y adaptables,
pero torpes, nos faltaba pureza.
Yo no quería morirme
nunca.
Por eso lloraba por las noches
y me ardía la cabeza.
Si pensaba en el cielo me relajaba
pero en seguida me volvía la idea del purgatorio.
¿Cuántos años habría de pasar allí?
Gritaba y mis padres venían corriendo a consolarme.
Les preguntaba insistentemente si la vida era eterna.
Mi padre decía que ya habían inventado una pastillita para no morir.
Mi madre me llevó a la psicóloga.
Yo solo quería que terminase la noche
y llegase la hora de volver a la escuela.
De la serie A dicciones, en construcción.