
Mística y erotismo, a propósito de El Cantar de los Cantares
Por Ana María Hurtado
Béseme de besos de su boca;
porque buenos son tus amores más que el vino.
Cantar de los cantares (traducción de fray Luis de León)
El punto de confluencia entre la experiencia mística y el erotismo no es otro que el cuerpo, ese territorio de aguas profundas, a veces tranquilas, por lo general turbulentas, atravesado de símbolos, vivido, existido y pensado, delta de significados y paradojas. Materia organizada de múltiples maneras que, tal como lo sospecharon los antiguos, alberga variados cuerpos: desde el más visible, el físico-biológico hasta los otros cuerpos más “sutiles”, tales como el cuerpo imaginado, el erógeno, el simbólico, revestidos de significaciones e imágenes desde “lo psíquico” que los habita; y luego el cuerpo suscitado desde la otredad psíquica y cultural que lo observa y lo delimita en el tiempo y en el espacio: cuerpo colectivo. Y más allá, un cuerpo espiritual de contextura cósmica, que trasciende la experiencia inmediata y se lanza en la búsqueda de lo inasible, lo indescifrable, del misterio. Cada cuerpo contenido en el otro, envolviéndolo y a su vez siendo envuelto. Cuerpo que somos, que nunca es singular. El cuerpo es, entonces, la tierra prometida, el jardín de las delicias, el edén primordial, lugar donde la divinidad salía a disfrutar la brisa de la tarde.
La experiencia propiamente humana del erotismo abarca todos los cuerpos; el erotismo centrado solo en lo físico- biológico deja de serlo y al quedar reducido a la genitalidad es despojado y se convierte en experiencia vacía. Como diría Octavio Paz: el erotismo es sexual, la sexualidad no es erotismo. Bajo esta perspectiva cobra especial importancia la función imaginal y el fenómeno simbólico que la acompaña, lo cual indefectiblemente lleva al Eros humano al contacto íntimo con la espiritualidad, al lenguaje del alma, como dirían algunos, y en consecuencia a la palabra poética.
Por su lado, la experiencia mística, que excede con mucho al fenómeno religioso, es también parte del repertorio humano por excelencia. La mística y el erotismo parecen surgir de nuestra fractura primordial, del ser para la muerte en palabras de Heidegger, de nuestro deseo de eternidad, en palabras de Unamuno. Hermanadas ambas en nuestra consciencia de finitud y precisamente centradas en la vivencia de lo corpóreo, zona donde la huella del dolor y la muerte es inmediata, y atravesadas por la dinámica del deseo y por la impronta del placer, ambas anhelan el encuentro (¿re- encuentro?) con la eternidad a través de la experiencia de unidad con el otro y la superación de la soledad ontológica. Bajo esta premisa, no existe erotismo sin cuerpo, ni hay experiencia mística sin un cuerpo tributario del Eros.
La experiencia inefable
Todos los místicos concuerdan en la imposibilidad de describir la experiencia a través de las palabras, solo queda el rastro del súbito instante donde se experimenta una unión con la abismal singularidad de lo divino, dicho en otras palabras, vivencia gozosa de unión con un todo trascendente que aniquila al yo o expande sus límites . Sin embargo, si algo se acerca a transmitir esa experiencia es la palabra poética, con lo cual podríamos decir que la poesía siempre está más cercana a lo inefable, asímismo, esta experiencia unitiva guarda inquietante cercanía con la experiencia orgásmica, en tanto instante de unión donde del yo corporal y el psíquico pierden barreras y se sumergen en la máxima expresión de placer humano; de tal manera que poesía, mística y erotismo surgen y conviven en la órbita de las constelaciones corpóreas que nos constituyen.
Entréme donde no supe, dice san Juan de la Cruz, por su parte Teresa de Ávila habla del vuelo del espíritu, y Luce López Baralt, mística de nuestro tiempo, refiere un océano sin orillas de luz pura. Adicionalmente, la casi totalidad de los místicos apelan a la metáfora erótica y a la inclusión, en consecuencia, de la sensorialidad y sensualidad como parte esencial de la experiencia mística.
Shir Hashirim
El tema de la mística erótica o el erotismo místico es amplio y sobrepasa este texto, que sirve de abreboca para aproximaciones más extensas. En este caso tomaré como referencia al gran poema hebreo Shir Hashirim, traducido como Cantar de los cantares y atribuido al Rey Salomón, texto imprescindible para abordar el fenómeno erótico y la relación profusa de este con la experiencia mística. ¿Qué expresa este texto en el que prácticamente no se pronuncia el nombre de Dios? Texto que es esencialmente canto, el canto de los cantos, el más sagrado según los sabios hebreos. Yleer el Cantar es también y ante todo escucharlo, y a su vez este canto es un diálogo de la palabra amorosa masculina y femenina, y además es polifonía de voces que se repiten, se intercambian, se acarician, se ensalzan, se buscan, se desean. De ahí que el Cantar es uno de los textos sagrados más complejos y con mayor proliferación de interpretaciones.
El gran poeta y místico Juan de Yepes, mejor conocido como San Juan de la Cruz, se basó en este libro para escribir su portentosa obra Cántico espiritual, joya de nuestra literatura. San Juan vivió en la España del siglo XV I y en su cántico enlazará la trama y los elementos poéticos del Cantar de los Cantares con la visión religiosa cristiana y literaria del renacimiento. San Juan utilizó un ritmo y una métrica novedosa para la lengua española del siglo de oro (influenciado por Garcilaso de la Vega), para otorgar al Cantar de los Cantares la imagen del alma que busca a Dios y la unión mística. Sin embargo, lo que ya está plasmado en el texto bíblico, san Juan lo muestra con un lenguaje pastoril de honda belleza y sonoridad que lo transforma en el gran acontecimiento de una mística que necesita del cuerpo, la naturaleza y el amor humano para su completa realización. San Juan equipara a Dios con una llama de amor viva, en ese ardor de la llama divina podemos adivinar el ardor amatorio más que la zarza ardiente de la antigua alianza. EL poeta venezolano Armando Rojas Guardia, señala con admiración la audacia de aquel monje escribiendo, en pleno siglo XVI, estos dos versos, un heptasílabo y un endecasílabo: “Nuestro lecho florido / de cuevas de leones enlazado” para expresar simbólicamente la animalidad presente en el acto sexual y que sólo el erotismo humano transforma y transfigura en animalidad sagrada.
Quiero tomar este párrafo de Rojas Guardia para adentrarme en estas palabras: erotismo y animalidad sagrada, las cuales nos acercan a la médula del Cantar de los Cantares, que tan hermosa y atinadamente supo san Juan de la Cruz saborear , haciendo del propio lenguaje un cuerpo erotizado dispuesto a resignificar la unión mística, desde la vertiente de una pareja humana que prefigura la relación del alma con un Dios personal, que contiene en sí mismo el vínculo carnal como vía de acceso a la dimensión espiritual y cósmica. La experiencia corpórea es en sí misma metáfora para San Juan, esa morada donde el encuentro con lo divino que es en esencia irrepresentable, pues se adentra en los abismos de la carnalidad, tanto como en los abismos del Otro radical que es Dios, o el Amado como lo denomina con frecuencia la mística sufí y algunos místicos cristianos medievales, como Raimundo Llull.
Podemos acercarnos al Cantar como un poema simplemente sensual que celebra el amor erótico o también como un poema sagrado donde el erotismo es una metáfora. O podemos tomar ambas vías. Podremos ver en lo sagrado la fuerza deslumbrante de los cuerpos, y en los cuerpos la epifanía del cosmos y la refulgente sensualidad de lo sagrado.
Mi amado metió la mano por el resquicio de las puertas, y mis entrañas se estremecieron en mí.
Levantéme a abrir a mi amado, y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra que corre…
Erotismo cósmico
El Cantar está emparentado con himnos y cantos muy antiguos asociados a la hierogamia de los cultos agrarios, la idea de la unión corporal como unión mística estuvo muy extendida entre las antiguas tradiciones religiosas del oriente medio. En un primera lectura, se puede asociar con la descripción poética del goce de la unión amorosa de una pareja de amantes o esposos, sin embargo, algo muy profundo dicen estos versos que tanto el judaísmo como el cristianismo permitieron que el cantar continuara formando parte del canon bíblico de ambas religiones cuyo carácter más generalizado ha sido cierta sospecha de pecado ante el despliegue de la sexualidad humana. El lenguaje abiertamente explícito del poema ha sido aceptado en tanto metáfora de la unión del alma con el Dios, o al menos de la sacralidad de la sexualidad, así como la imagen de la unión de Cristo y la iglesia desde la perspectiva cristiana.
Yo soy rosa del campo y azucena de los valles…cual el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado… tu cabello como un rebaño de cabras que miran del monte Galaad… Nardo y azafrán, canela y cinamomo
Las metáforas que relacionan el cuerpo de los amantes con montañas, gacelas, cervatillos, cedros, nardos, granados, ovejas, vino, nos llevan a ubicar a la naturaleza dentro del fenómeno de la unión sexual, ya no es solo una pareja humana, es la emergencia de un cosmos que participa activamente en la coniuctio amorosa. Ernesto Cardenal, en su Vida en el amor propone: Todo ora en el universo, desde el ternerito llamando a su madre, hasta Romeo silbando bajo el balcón de Julieta.
(…) mi amado es para mí y yo soy para mi amado, y hacia mí dirige su deseo. Aquí la amada en esa reciprocidad, muestra al alma en tanto criatura deseante, pero también desea el mismo Dios representado en el Amado ; el deseo asciende entonces a otro nivel de significación : esa es la novedad, el creador enamorado de su criatura….Dios es el primero que nos ama y nos desea, él busca al ser humano y a toda la creación, -en un sentido que resuena con las visiones de Teilhard de Chardin- nos invita, nos seduce para compartir el banquete místico, suma de todos los deleites.
El hallazgo y la pérdida
En otro sentido, el Cantar expresa una alternancia presencia-ausencia, y un buscar- encontrar y perder nuevamente. Buscaré al que ama mi alma; busquéle y no le hallé.
Más allá de los arabescos propios del Cantar, se advierte aquí un rasgo fundamental de la experiencia amorosa: la amenaza constante de la pérdida, tanto si se trata del amor humano como del amor de Dios.
Abrí yo a mi Amado; pero mi Amado se había ido…
Yo duermo, pero mi corazón vela: dice la amada y nos conecta con un sueño vigilante que no es pasividad. Es un sueño que no le impide estar al acecho y reconocer la llegada del Amado.
Oigo a mi amado, que está llegando, dice la amada en el Cantar y nos recuerda el Poema de la llegada de Armando Rojas Guardia: Cuando tú vienes /tengo prisa por decir / por llamarte de algún modo/
Poetas contemporáneos se han sumergido en este territorio de poesía erótica y mística, aun sin ser religiosos, entre ellos se destaca el poeta chileno Gonzalo Rojas, la unión sexual cobra en él, como en Rojas Guardia, una textura cósmica de unión con lo sagrado; y la búsqueda de lo sagrado se hace desde la corporalidad y el gozo carnal. Existe en estos poetas una visión sacra y erótica de la vida, el acto poético esta insertado en la zona de lo sagrado. La poesía tiene la posibilidad de dar cuenta, aun con sus limitaciones, de la vivencia espiritual y de la vivencia erótica. La vivencia espiritual se inscribe a través de lo sensorial y está hecha con el tupido tejido del erotismo.
Así como el encuentro con el otro incorpora la alteridad corporal, el encuentro con la divinidad también lleva consigo un reconocimiento sensorial de ese Otro radical en quien emergen y se funden todos los placeres. Hallamos así que también hay una erótica en la escritura, lo cual no quiere decir poesía erótica, sino que la palabra se despliega acariciando y sorbiendo al lector desde elgoce corpóreo del ritmo, de la voz, del cuerpo poético que también palpita y suscita experiencias orgásmicas.
En conclusión, el erotismo, la poesía y la mística se fusionan en el Cantar de los Cantares, nuestra humanidad se reconoce en estos cantos. No en vano, muchas religiones, y en particular la judeo cristiana tienen en su centro una propuesta nupcial, un matrimonio sagrado. Cuerpo es alma y todo es boda., afirmó con belleza y lucidez metafísica el gran Jorge Guillén.
Ana María Hurtado
Julio 2024
PS: las citas del Cantar de los Cantares están tomadas de la traducción que Fray Luis de León hiciera del hebreo al castellano, por considerarla de alto valor para nuestro idioma.
Ana María Hurtado. Nació en Caracas. Poeta, escritora, ensayista, médico psiquiatra y psicoterapeuta. Ha colaborado en diversas páginas, blogs y revistas literarias, de arte y de psicoanálisis, nacionales e internacionales. Premio de narrativa Julio Garmendia (UCV Dirección de cultura, 1984). Algunos de sus poemas han sido publicados en las siguientes antologías digitales: Diario poético de los tiempos adversos (Public Arte Digital 2019). Poesía en voz alta, Una lectura por la vida y por la libertad (Caracas,2019). Pasajeras. Antología del cautiverio (Editorial lector Cómplice, 2020) y En la desnudez de la luz. Segunda ed (LP5 Editora, 2023). Autora de varios poemarios: La fiesta de los náufragos (Editorial Diosa Blanca, 2015); El beso del Arcángel en coautoría con el poeta colombiano Leonardo Torres (Oscar Todtman Editores, 2018); El árbol que en ella muere, Editorial Diosa Blanca. Caracas, 2023; La única inocencia, Editorial Diosa Blanca. Caracas, 2023 y El Reino, Editorial Salto Mortal. Guadalajara, 2024.