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Tres poemas de Iván Vergara García

Ivan Vergara García (México, 1979). Docente de la Universidad de Salamanca en el Máster de Escritura Creativa. Sus proyectos artísticos, pioneros en el uso de la poesía transmedia y performance, crean entornos audiovisuales arriesgados y vanguardistas. Es digital, rústico y artesano. Es responsable de la librería Martín Luis Guzmán en la Fundación Casa de México de España, y de comunicación del Fondo de Cultura Económica de España. Creó la Plataforma PLACA en Sevilla en 2006, proyecto de edición, producción y gestión cultural más longevo en activo de la comunidad inmigrante hispana en España.

Gladys Mendía 10 meses ago 117
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Ivan Vergara García (México, 1979). Docente de la Universidad de Salamanca en el Máster de Escritura Creativa. Sus proyectos artísticos, pioneros en el uso de la poesía transmedia y performance, crean entornos audiovisuales arriesgados y vanguardistas. Es digital, rústico y artesano. Es responsable de la librería Martín Luis Guzmán en la Fundación Casa de México de España, y de comunicación del Fondo de Cultura Económica de España. Creó la Plataforma PLACA en Sevilla en 2006, proyecto de edición, producción y gestión cultural más longevo en activo de la comunidad inmigrante hispana en España.

Es el creador y editor de la Editorial Ultramarina Cartonera & Digital, con quien ha publicado 150 libros desde 2009. Coordina y mantiene en activo veintisiete proyectos culturales en cuatro países. Visionario. Realizador de eventos culturales donde se interactúa con artes analógicas y multimedia. Coordinó las diversas ediciones del evento/festival pionero de artes expandidas y transmedia: Recital Internacional Chilango Andaluz (RCA) en catorce ciudades de México y España.

La musa es raptada por mercenarios

Te asomaste
junto aquel grupo
que sobre la calzada marina
desafiaba lo hondo
del mar.

Una hilera sinfónica,
uniforme,
llevando el paso marcado
cargando el mismo bulto,
el mismo cuerpo,

No aparecías a la cabeza,
ni en la orilla,
contagiada del cansancio
que trajiste desde el campo
intentabas lo formal.

Aquellos pasos
resonaron en la plaza
ya todos lo sabían:
todos lo callaban,
todos ocultan las miradas
al surgir el convoy.

Aquel desgaste uniforme
cruzó montaña y selva,
como vía fantasma
cruzó nuestro pueblo
y te asomaste

perdidos en la niebla,
perdidos ya en mi memoria
no resuenan
en ninguna historia.


Un silencio atlántico

Mi padre cruzó un continente,
se convirtió en indio posmoderno
al entrar por la aduana del nuevo mundo,
surcó presto su orientación dañada
y perdida la esperanza tomó trenes,
autobuses para otras tierras,
aviones erradicados por la peste
y no era él

hoy mi padre yace en cama
bajo el agobio de las horas extra,
trajo un lastre de quinientos quince años
con el cual descansar los pies y las manos
y no sean él

yace mi padre en un techo de casa blanca
con su cuerpo moreno asfixiado por la historia,
con su cuerpo tallado por la vista de los volcanes
y un indómito yacimiento de leyendas
donde se escribe la historia de mi viejo,
sobre una ladera marina y tintas de piedra

ha salido esta tarde y se ha tirado al río
con el fardo absurdo de todo lo recorrido,
ha ahogado a los peces contándoles la historia
de un hombre y una mujer que se amaban
como tierra blanca y fértil que todo otorga,
como yelmos recios de victoria y conquista

ha devorado al unísono dos continentes
y se ha convertido en tierra submarina;
salió por la tarde un indio posmoderno
y la noche recibió todas las almas,
todos los llantos
y no era él

salió por la noche un llanto de ultramar,
por la mañana sale la tierra en su búsqueda,
conmocionada por la espera que mueve valles,
que tumba ciudades, que engendra mitos,
y lo que se escucha entre las ruinas
es el mismo llanto que pierde a sus vástagos
en las más cruentas guerras virtuales

un padre indio que duerme en casa blanca
con su corazón rebozando tierra,
rebasando a las aves,
resplandeciendo de nada
absoluta nada 


Delegado de los árboles, un hombre
corta mis piernas, raíces de otra tierra
que me auxiliaron el cansancio

apilado con los míos me vuelven lienzo;
que triste que la tinta no sea la mía,
que necesiten de pulpos para escribirme,
triste que sea tu pulso quien me surque,
que la historia se escriba en mi piel

delegado de los bosques, duermo en túneles
que se cavaron en tierra de nadie, ajena
a todo lo que me convertía en animal sagrado

apilado en este vagón, me vuelvo tan humano
que animo a mi mirada a fugarse tras el cristal,
recorro estaciones sin cansarme de lo absurdo
que es sentirse vegetal entre animales de ciudad,
sentirse un tren que emule la historia, que avance
y lo mejor que sepa hacer sea tornarse en ceniza,
ceniza que avanza y otorga olvidos blancos