
Daisy Zamora. Nicaragüense. Poeta, ensayista, editora, traductora y gestora cultural. Sus poemarios más recientes son: La violenta espuma (Visor Libros, Madrid, 2017) y Cerrada luz (Editorial Summa, Lima, 2021). Cuatro libros de su poesía están publicados en inglés, por City Lights Books y Curbstone Press en los Estados Unidos, y Katabasis Press en Inglaterra.
Daisy Zamora fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la revolución nicaragüense; participó en el operativo de la toma del Palacio Nacional, sede del congreso somocista, y fue directora de programación y locutora en la Radio Sandino clandestina. Fue viceministra de Cultura. Fundadora del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) y de la Coalición de Mujeres en Nicaragua.
Amusa, Guardando el silencio, de Gloria Mendoza Borda
Por Daisy Zamora
Mientras leía Amusa, Guardando el silencio, de nuestra querida poeta Gloria Mendoza Borda, venían a mi memoria una y otra vez, unos versos de Joaquín Pasos (poeta nicaragüense que murió muy joven, como el peruano Carlos Oquendo de Amat) y versos del también nicaragüense Salomón de la Selva, cuya obra seminal en la literatura hispanoamericana ha sido reconocida por José Emilio Pacheco y otros eruditos.
Los versos de Pasos son del poema “Desocupación pronta, y si es necesario violenta” en el que demanda a los marinos estadounidenses que se vayan inmediatamente de Nicaragua. Les dice: Ésta es tierra con perfume sólo para nosotros… y enseguida enumera algunas de nuestras frutas y animales y pájaros del país; y más adelante dice ¡Cuántos siglos habrán de pasar para que vosotros sintáis / cómo ciertos árboles frutales llegan hasta el alma! / Y cómo ciertas aves cantan sólo para cierta raza […]
Y los versos de Salomón de la Selva que recordé, son del poema “Granadas de gas asfixiante” de su libro El soldado desconocido, fruto de su experiencia como combatiente en las filas aliadas durante la Primera Guerra Mundial o, mejor dicho, guerra europea, que dicen: El gas que he respirado / me dejó casi ciego, / pero olía a fruta de mi tierra, / unas veces a piña y otras veces a mango, / y hasta a guineos de los que sirven para hacer vinagre; / y aunque de sí no me hubiera hecho llorar, / sé que hubiera llorado.
Los catorce poemas que conforman Amusa, Guardando el silencio, no tienen que ver ni con una ocupación militar ni con la guerra, pero desencadenaron estas asociaciones en mi memoria. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta no es fácil, o tal vez no es posible, porque si lo fuera, habríamos develado ya el misterio de qué es la poesía. Lo que sí puedo decir, es que esto me sucede cada vez que leo poesía genuina porque siempre nos revela algo, ilumina algo, dice una verdad. Gloria Mendoza Borda es una poeta genuina; porque lo importante, lo fundamental, es que todos y cada uno de los poemas que leí en Amusa, guardando el silencio, cumplen con lo que Ezra Pound predijo sobre el futuro de la poesía: su fuerza residirá en su verdad, en su poder de interpretación. Pienso entonces, que es en las verdades que la poesía revela donde residen algunas de las claves que provocan diversas reacciones de quien la lee.
Gloria Mendoza Borda ha dicho de ella y de su poesía: “me declaro poeta identitaria y poeta peruana”; es decir, esencialmente peruana. Y dijo en una entrevista, “Siempre escribo desde mi memoria puneña, es como si no tuviera otro asunto. Yo vivo y escribo desde la memoria aun habiendo viajado a otros lugares”, lo cual se comprueba al leer sus poemas. A esto se le puede agregar que la poesía de Gloria es también latinoamericana y humanista y feminista, a pesar de la poeta misma, que dice no ser feminista porque no es dogmática. Pero es que hay feminismos de feminismos, y Gloria pertenece al feminismo genuino, que es el de la equidad entre los seres humanos ―ese Otro modo de ser humano y libre. / Otro modo de ser que Rosario Castellanos demandaba en “Meditación en el umbral” y que será también el humanismo del futuro. Así como Gloria es, sin reconocerlo, una feminista genuina, igualmente su poesía es genuinamente humanista: porque es la palabra como puente, los poemas como manos que nos unen de pueblo en pueblo, de país en país, de continente a continente.
Leer la poesía de Gloria Mendoza Borda es penetrar en el habla peruana y en la lengua mestiza de nuestra América, y es entender a través de sus poemas, su país: sus paisajes y los nombres de sus ríos, lagos, valles y montañas. Así como el nicaragüense Pasos habla del volcán Mombacho en su poema, Gloria habla del Huaytapallana, y recuerda el cerro Titili, el Valle del Mantaro, el río Ramis, el río Wilajahuira / río Chiasi / río Huancané, el lago Vilquechico, la tierra chiriguana. Y cuando Pasos dice: También hay coyotes, garrobos / y pájaros como el gavilán, el querque y el chocoyo, / pero el más hermoso es el rey de los zopilotes, Mendoza Borda nos habla de:
gaviotas / albatros
cuervos / alcatraz
mariposas / grullos
picaflores / búhos
cóndores, lobos, ovejas, vacas, zorros, gorriones y ruiseñores, y del akakllu o pájaro carpintero.
Pasos nos dice: Crecen mangos, jocotes, guayabas y chocomicos / y un montón más de frutas de monte…; de la Selva recuerda el aroma de las piñas, los mangos y los guineos de su país, y Mendoza Borda enumera las frutas y verduras y comidas de su tierra: Mandarina / fresa/melón/manzana... y la muña, la chijchipa y el ají, y los quesos frescos / traídos de Chingani, y también nos habla de las huaitias y del batán, cuyo equivalente en nuestra Mesoamérica es el metate o piedra de moler, y así como la flor sagrada de los Incas es la kantuta, en Nicaragua es el sacuanjoche o flor de altar.
La madre y el padre, la familia y los ancestros también están presentes en los poemas de Gloria Mendoza Borda. A la madre la llama … diosa / energía solar / vientre cara a las estrellas en las noches de luna… / tu rumor está en los ríos / cimbreantes calzadas hasta encontrarte / pisadas en aguas vírgenes con chorros / de los cerros de mi corazón / taika mía. Y a su abuela Gumercinda la invoca más de una vez, y en el soliloquio interior de su poema “Otredad” le pregunta: ¿qué vendrá después? / mientras tanto inhalo pavor / bramo/ leo/ sueño otro mundo / que no conocimos/ Gumercinda. Y aparecen su hermana Alcira, la bella Martina que “corre como tikacha”, y Petronila a quien la poeta llama amorosamente, suma Petronila / jallalla Petronila; y Carmela y Sonia que participan junto con ella en un ritual o celebración del cual emergen, dice la poeta, convertidas en mamachas / sin temor / somos el país de “todas las sangres” / celebramos a mujeres como Gladys Tejeda. / Poncho negro nos espera. [del poema “Poncho Negro” en Huancayo]. Y están también los personajes que pueblan su infancia en el campo: Emeterio, el pastor de ovejas, Mercica que “se ocupa de las huatias”, Silverio que “alista los quesos frescos / traídos de Chingani” y la awicha Reymunda que “sabía el misterio / de los días de aguacero”. Todos ellos semejantes a otros personajes que pueblan otras infancias, así como los recuerdos del padre y de la casa paterna llena con sicuris, y del charango y las zampoñas y las chonguinadas y tarqueadas; música y bailes que con otros nombres y ritmos se celebran a lo largo y ancho de nuestro continente mestizo.
Leer la poesía de Gloria Mendoza Borda es también conocer la historia y la realidad que compartimos en nuestros países iberoamericanos. Por ejemplo, “Campo de Concentración en Dawson”, su elegía al poeta chileno Aristóteles España, quien siendo un adolescente de 17 años y dirigente estudiantil, fue detenido y confinado en la Isla Dawson tras el golpe militar de 1973 por la dictadura de Augusto Pinochet, resuena muy cercano a la historia de Nicaragua. (Vale apuntar que en 1985 Aristóteles España obtuvo por su obra Dawson el Premio Latinoamericano Rubén Darío, otorgado por el Ministerio de Cultura de Nicaragua que entonces presidía Ernesto Cardenal.)
Otros poemas como “Cobra” y el poderoso “Discurso de una nueva mártir, Camila”, revelan realidades comunes a nuestros países, en los cuales a estas alturas del siglo XXI aun persevera la mentalidad virreinal y su herencia funesta de gobiernos autoritarios y dictatoriales, y por ende de sociedades machistas, jerárquicas y discriminatorias, en las que el abuso y la violencia doméstica contra mujeres y niños y niñas, así como las violaciones y los femicidios y asesinatos de menores, reproducen la violencia estatal proveniente de y sustentada por el poder patriarcal.
Si ella muere nosotros morimos (…)
la nuestra no es una guerra
es la pulsación de valles furibundos
en busca de nuevas campiñas
el sol va derramando su violencia
sobre un camino de silencio
en los desiertos sin respuesta
en nombre
de las Camilas inmoladas
nuestro alarido – ni una más
(“Discurso de una nueva mártir, Camila”)
Y el poema “Un migrante aimara en Arequipa” es también revelador de la injusticia, la exclusión y el desamparo de tantas personas de los pueblos originarios de nuestra América, y la valentía de sus mujeres como Rita Puma y otras que la poeta nombra, y de la opresión y las adversidades que padecen y de sus luchas, con las cuales la poeta se identifica y dice de ella misma:
en un país donde casi todos somos migrantes
soy otra como tú Isadora Tipula Quispe
Asimismo, debo mencionar su hermoso homenaje a Gabriela Mistral, “Una yapita más”, poema en 10 secciones. Y podría hablar también de poemas como “Metáfora azul”, “Misora” y más, pero el tiempo es limitado, por lo que concluyo afirmando que Gloria Mendoza Borda logra presentar en sus poemas lo que Pound llama una imagen*, es decir, un complejo intelectual y emotivo en un instante temporal que nos revela algo, una verdad que reconocemos y que de pronto lo ilumina todo, como el relámpago la oscuridad, y a la vez nos estremece como el trueno. Esta es una manera inequívoca de distinguir la poesía auténtica: no importa de lo que trate, provoca siempre una conmoción interior, y también provoca asociaciones reveladoras de otras verdades igualmente humanas; porque la poesía genuina, la verdadera, está y estará siempre interconectada, y al mismo tiempo conectándonos, para identificarnos y reconocernos como humanos a través de la palabra.
*Vale más presentar una sola imagen en toda una vida que producir obras voluminosas
Ezra Pound