
Leonardo Torres. Nació en Bogotá donde realizó estudios de literatura en la Universidad Javeriana. Residenciado en Francia desde la década de los 80, se desempeña como profesor de lengua española. Parte de su producción poética puede verse en el blog « tajalápiz ». En 2018, con la poeta venezolana Ana María Hurtado, publicó en Caracas el libro El beso del arcángel (OT editores), escrito a cuatro manos. Su segundo libro, Las brújulas rotas, fue publicado en Bogotá por el Taller de Edición Rocca, en 2022.
Selección de Gladys Mendía del libro Las brújulas rotas (2022)
Circunscripción de la herida
la herida nos precede
CHANTAL MAILLARD
1
La herida nos precede
dice la voz en el poema,
ya estaba allí –no
era nuestra,
ahora sí;
le tejimos un nido, casi un capullo, con la lenta ignorancia del inocente
hemos sido sus más celosos albaceas
y un día, al fin, con el dolor al rojo,
sus legatarios únicos.
Y la llamamos culpa, complejo, tara, incertidumbre…
De tanto darle nombres olvidamos que no
era nuestra,
ya estaba allí
aunque sangre ahora con nuestras propias venas.
2
No importa quién, no importa el cómo ni el porqué, no importan las preguntas,
no hay preguntas.
Ya estaba allí.
Llevarla, es todo, solo llevarla, sin ostentación,
con el mismo silencio de los otros,
la misma venda sin emplastos.
Que no sane.
No hay cauterio.
6
Los otros también,
cada uno también,
la herida es una fluorescencia oculta,
un signo de reconocimiento;
tiende la mano,
tú tienes tu herida
yo llevo la mía,
nos mantiene en el cardumen.
8
¿Puede la palabra curar de la palabra?
Alcabalas
1
El bosque no es tierra de hombres,
acechan las flores, los hongos,
la improbable mansedumbre de las fieras.
El viajero lo sabe, allí se adentra:
alcanzar la claridad,
y al otro lado
forzar la muerte a aumentar sus ojos
para abarcarlo.
2
Voces de alarma
en los primeros círculos de la memoria.
Límites de un edén pronto abandonado.
Sus ecos anidan en el camino,
en cada encrucijada tensan los derroteros.
5
enterrador no la llores
María Teresa Vera
Abandonar a padre y madre,
despertarlos para
no llevarse ninguno de sus sueños.
No los llores, enterrador, no los llores.
6
Y al cruzar,
cada objeto y cada lugar y cada historia y todas las palabras dejaron de ser nuestro reflejo,
y la memoria sin asideros se refugió en los intervalos de la sangre.
16
Todos los que estábamos allí habíamos cruzado en la oscuridad la oscuridad de las fronteras
y era como hablar una misma lengua hecha de todas las carencias;
habíamos roto el cerco de las naciones,
su insaciable mezquindad.
No sabíamos aún que en la soledad de cada rostro, los otros proyectarían
la sombra de un último vallado,
tras el cual se apiñarían, hambrientas, las ilusiones.
18
nubes leprosas
pobre Babilonia
GIOVANNI QUESSEP
Sueño conjunto de infinito, la Torre de Babel colapsa.
A despecho,
el hombre multiplica los linderos, las retahílas de los ídolos,
levanta la escala trágica de los colores.
Babel, desahuciada Babel de cada día.
19
De una palabra a otra,
entre mis lenguas, un abismo ¿abismo?
Siglos de seguir cada cual su rumbo,
de apartar con su historia sus sintaxis,
pero en menos de un instante,
sin salvoconductos ni alcabalas lo franqueo
y voy y vuelvo
sin saber qué cambia,
sin saber qué parte de mí se disuelve en sus gramáticas,
si cambio yo también de clave o
entre una y otra me desdigo.
Las brújulas rotas
4
Perder es otra forma de salir del acoso,
de volverse uno y lento,
acorde
por
acorde.
Volver a la armonía:
uno en sí, de sí,
y otro en cada roce
de lo otro.
A veces dos, a veces mil,
con rostro,
y uno, siempre uno,
cobijo,
tan grano como todo,
tan estrella,
o el agua que somos,
un mugido.
11
Apretar desde todas las periferias,
que las semillas regresen a la mano del sembrador
para esparcirlo.
Gritar desde el borde desmoronado de las hélices
hasta extirparles el desespero a los goznes y arrullar,
preñada ya,
su soledad reciente.
Que silben las preguntas por entre las tablas machihembradas
para deshacer la ensambladura de la mentira.
Atarse por los costados al horizonte borroso,
que los puntos cardinales giren en las aguas de los aserraderos
hasta perderse en la humildad sin rango del serrín.
Recoger la cosecha de los cuatro vientos,
que pasen por el puño,
que soplen al revés.
19
Romper los imanes obstinados de las brújulas
hasta dejar exhaustas las agujas y
despojar cada norte de su cebo.
Quizás en la redondez perdida de la tierra hallemos
la lentitud de la inocencia
que nos cure del afán y la codicia que hemos sido,
y renazca el cielo una vez más
multiplicando las resquebrajaduras,
enmudeciendo sextantes y zodiacos.
Nuevos cómputos vendrán acaso,
tal vez nuevas palabras.
La fresca cursiva del deseo
como una estrella en cada mano
para echarse a andar
hombro con hombro
hacia la comba de lo incierto.