
Néstor Mendoza (Maracay, Venezuela, 1985). Poeta, ensayista y gestor cultural. Licenciado en Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura (Universidad de Carabobo). Cursó estudios de posgrado en la Maestría de Literatura Latinoamericana (UPEL). Autor de los poemarios Andamios (2012); Pasajero (2015); Ojiva (2019), este último con traducciones en tres idiomas: alemán (Sprengkopf, 2020), francés (Ogive, 2023)e inglés (Warhead, 2024); y le siguen Dípticos (2020) y Paciencia mineral (2023). En 2022 publicó Alfabeto de humo. Ensayos sobre poesía venezolana. Ha preparado antologías de poesía venezolana (Tiempos grotescos, UNAM, 2015, con Diosce Martínez) y poesía colombiana (Nos siguen pegando abajo, LP5 Editora, 2020, con Gladys Mendía). Forma parte del consejo de redacción de la revista Poesía (poesia.uc.edu.ve) y del equipo editorial de Latin American Literature Today. Actualmente cursa el Diplomado en Filosofía (FACE, UC/CENFISS, 2024). Editor, junto a Geraudí González Olivares, de El Taller Blanco Ediciones.
De DÍPTICOS (2020)
RAPTO
I
Paris
Sé que traiciono, pero es la única forma de posesión que conozco. Convenceré a la reina de que abandone sus dominios y deje el lecho del amante no deseado. Esa belleza se desperdicia. Hemos bebido y comido en exceso, demasiadas atenciones no impedirán el rapto. Su cuerpo que elevo y se ajusta, que no escapa y no pretende escapar. Ese cuerpo sin seda, ya arrebatada; sin peinado, ya deshecho. De un reino a otro la llevo. Los remeros no saben que debajo de la cubierta viene la causa de nuestras desapariciones.
II
Helena
No tuve la culpa de que la muerte se justificara con mi belleza. El ladrón desafió al monarca. Con él iré a la siguiente tierra. De qué sirve lo hermoso en estas comarcas de destrucción. Si un templo pierde sus columnas y su fe, ¿todavía será capaz de sostenerse? Me abrazas y con ese gesto comparas mi pecho con los cerros de tu pueblo y mi vestido con la bandera de tu pueblo. Me recuesto y tu aliento mueve ligeramente los vellos de mi cara. Pelusas blancas, hilos que nadie ve: solo tú que duermes tan cerca, sin armadura.
FE DE VIDA
I
a Víctor Manuel Pinto
Egeo
Más allá de mis pies en el acantilado, en algún momento, quizás ahora mismo o dentro de dos meses, debería aparecer la vela blanca que anuncie el desembarco.
Soy viejo y mi única victoria será su retorno.
Voy cada noche al precipicio, dejo mis sandalias a un lado, lo suficientemente cerca para no extraviarlas, para no perder mis pasos en la oscuridad: no hay distinción entre mi espalda encorvada y la inmensidad marina.
No olvides, Teseo, el significado de las telas: el negro aniquilará mis esperanzas y el blanco ondeante será tu fe de vida.
II
Teseo
Recorrí los pasillos repetidos. Con una mano sostuve el hilo, y con la otra, los muros, antes de llegar a la espalda del Minotauro.
Por fin verás el orgullo en las manchas de mis manos. En los viajes y en los enemigos caídos. En las mujeres deseadas y olvidadas en indeterminados puertos.
Cumplí un itinerario para saldar una deuda. Ahora ya lo ves, padre, al fin soy un hombre: he amado y asesinado. Varias semanas de navegación me separan de tu abrazo.
El cielo, después de la huida del sol, tiene el mismo color que estas aguas, una gran mancha oscura que no se termina. Pero es perfecta en su uniformidad, no permite diferenciaciones.
¿Qué habrá detrás de cada capa negra, de su interminable monotonía de olas y pensamientos ambiguos en las cabezas de los tripulantes?