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JOSÉ GREGORIO VÁZQUEZ: POESÍA DE VENEZUELA

José Gregorio Vásquez C. (Venezuela, 1973) Profesor del Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Escuela de Letras, Integrante de la Red Internacional de Investigadores de la Literatura Comparada

Gladys Mendía 4 años ago 172
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José Gregorio Vásquez C. (Venezuela, 1973) Profesor del Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Escuela de Letras, Integrante de la Red Internacional de Investigadores de la Literatura Comparada (RIILC) de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Ha publicado: Palabras del alba (1998), Lugares del silencio (1999), Ciudad de instantes (2002), Bogotá siempre palabra (2002), El vago cofre de los astros perdidos. Antología del poeta ecuatoriano César Dávila Andrade (2003, 2011), El fuego de los secretos (2004), La tarde de los candelabros (2006), Ingapirca (2011), Cantos de la aldea (2012), La noche del sol (2013) antología que reúne una selección de su poesía, Solamente el olvido (2014), Mínimo esplendor (2016), Decir un día (2018).

De Decir un día, 2018

1

Esta noche calla,
pero calla contra mí…

W. S.

Todo es tormenta en este cuerpo
precipitado ya
en el abandono

Los años venturosos
se han quedado atrás
lejos del atardecer

Y quien persiste en el anhelo de seguir
no va solo
aunque limitada sea la hora
y final el juicio severo del tiempo

No hay remedio que evite el largo y azaroso
suplicio de una pena

No hay plegaria capaz de sostener
ya a un cuerpo débil y errante
que anda en su último desierto:
incapaz y sin fuerza para proseguir 

Abandonado no queda sino el adiós:
la amarga caída de golpe funesto
a esta tierra triste y reseca

Todo vuela por encima
y solo aquella palabra olvidada puede continuar
un inventario borrado ya por otros

La señal profunda de la vida
estampa en el hondo papel  
lejano de ese olvido
su última letra:

la más antigua conexión
con otra tierra prometida

Del cuerpo no queda nada

Lo poco se vuelve refugio lejano
de otra noche
de otro silencio
de un último acomodo
antes de recostar la cara ante el viento
del abandono

Ya son pocas las palabras
y se me atragantan

Y en mi piel ya sedienta y maltratada
y en mis ojos sofocados
comienzan a aparecer otras marcas
otros sonidos
       lejanas señales e imprecisas

Hago silencio
callo ante la noche

Cierro los ojos para entrar
a la otra ciudad
la antigua
la verdadera       
aún entre murallas y misterios:
es ella la que ilumina mi nuevo destino
permitiéndome decir un día
nuevamente

Aquí ya no hay lugar
para una página desdibujada
donde intente refugiarme
antes de perecer

Aquí no hay lugar
para volver atrás
y recorrer los años

Son muchas las marcas y profundas
de otras desdichas que me acorralan
sometiéndome inclementemente

Escribirlas aunque se decline la mano
y palidezca la tinta
empaña ya
lo que está en calma

Quiero quemar
lo borroso

Los restos
de otras ilusiones
ya ajenas y abandonadas

Quiero cruzar de un día a otro
de una noche oscura
a una más distante de la intemperie
pero nada puedo

El silencio sigue atado a mi piel
y a mi cuerpo agobiado

Cruzo sin sueño
y sin nadie
el río antiguo

Doy pasos lentamente
deshojando la nueva hora
llevando el luto a cuestas y callado
de cada aliento movedizo de mi mano

Voy trayendo forzadamente el poema
a un cielo roto
en la miseria
con otro aire detenido
que se apaga 

Cuando vuelvo a él
es otro de verdad
otro el sonido misterioso
de sus noches


es otro el poema ya sin cuerpo
ya sin esta piel cansada
por los años

y sin embargo me quedo en él
contemplándome     
desde lejos

mitigando la obscuridad
que se extingue

sabiendo desde allá que todo cambia
en el aire ya vencido que me atrapa
Todo aquí se apaga
y apenas puedo

Queda el papel vacío
la tinta seca

y por debajo del líquido funesto
otro temblor mancha el papel
aún dudoso

Al despertar vuelvo sin aliento
y sin mí y sin nadie 
resistiendo la agonía 

Ahora sé en verdad
lo que es penoso      
y entonces
me distancio
bajo un profundo silencio
uno nuevo

Sé que todo quedará lejos
incluso
este papel

            que palidece

            ante la noche

ante el vano intento
que me trae hasta aquí
por decir un día      
al menos uno más
sabiéndome
ya lejano
            y desdichado

2

Lo que queda del día es ya ceniza. Me corroe haciéndome un daño irreparable. Detiene mi cuerpo vulnerado y nada logro a pesar de los tropiezos. Mis pasos son lentos e inseguros. En ellos me sostengo. La inútil sentencia no me ayuda.

Cuando callo se enciende en mí todo para no morir. Pero justo es callar con un último soplo en el tormento. Callar abandonando la desdicha, la condena de ayer que se hace íntima y feroz hoy en la piel y el alma.

3

La palabra no busca sólo un sonido. La palabra busca en otras formas. La duda corroe ese afán. Quiere perderse en otras formas. Intenta esconderse. Huir, dormir, despertar. Seguir detrás del tiempo. Buscar otras penas, el ágil movimiento de otras horas. Busca el pequeño agujero en otro relato. El lugar perdido. La fuerza de una nueva ilusión. La prolongación de un silencio más íntimo. Las escenas infinitas y repetidas de la vida.

Todos vamos ahí. Nos quedamos ahí, escondidos, ausentes, infringiendo un destino otro.

4

Mi último aliento lo abandono en este lento escribir. Arrastro mis silencios hasta el papel, sabiendo que sólo puedo dejar jirones de piel en la palabra. Trasiegos de otros instantes rotos cuando respiro. Sangre aciaga como tinta manchando el pliego vencido por los años.

Voy dejándolos marcados con viejas palabras para esquivar el destino incierto de un sombrío final que se acerca inminente.

Ya las palabras no me envenenan. Queda poco de mí. Sólo ruinas. Algunas letras secretas del olvido que me acompañan y me ayudan a morir calladamente.

5

Estos son mis ya lejanos dictámenes. Son los que ahora me niegan, me abandonan, me hacen daño. Los que se apoderan de mí cuando apenas puedo o nada valgo. Los que me dejan en la noche oscura, desmembrado, inútil.

Aquí están. Ríen mientras quedo como un viejo harapo arrastrado en la penumbra.

6

Intento huir de esa condena, lejos de las palabras ya escritas: parecen sentencias de otros dioses que me extravían, me aniquilan, me destierran, aborreciéndome.

Sé que no habrá otro destino, ni otras oraciones como abalorios secretos para resistir la tierra baldía.

La antigua promesa viene de lo profundo de esta tierra que deja ya mi osario a la intemperie.

7

Qué busco allá en lo oscuro
lejos de mí

Atrapado
en otro cielo

Atado
en otros años

Separado
para siempre de mis nombres

Busco
mis primeros días

La música secreta
de aquel instante
que me negaron al nacer

Busco
en la sombra lejana
lo aferrado
de otro tiempo
menos sombrío

los sonidos
protegidos
de la vida

pero nada puedo

Permanezco vigilado
y sin fuerza
Separado de mí
           y en lo oscuro

8

Nacer: volver a encontrar un viejo sonido metido en la piel de otro silencio. Volver a encontrarse en el acorde que hace ese sonido: el instrumento que vigila la nota desterrada, perdida en el destino: hueco y movedizo.

Salir. Respirar un aire de noche, miserable, esquivo. Ver las otras casas, a lo lejos, desde otra oscura hora. Contemplar bajo el frío que pasa la llegada del crepúsculo.

Abrir los ojos aún dormidos para apreciar ese espléndido y fugaz rayo de luz, quizás el último, ese que envían los dioses para un día nuevo, un instante iluminado que aún no vemos.

9

Lo perdido
lo encerrado en la noche
la sombra
el misterio oscuro de la derrota
el velo aciago de la hora inmóvil
queda aquí
a mi lado
en lo borroso      haciéndome daño
carcomiendo esta piel ya rota

Lo llevo como ofrenda
mientras agonizo

            aunque nada sé de la furia
que otros dioses me han impuesto

Aquí toda lumbre temible
me socava

Trasiego por lo apago
con resignación
cumpliendo una nueva condena

sin palabras      adentro
vacío       profundamente resquebrajado

envuelto
en el cansancio   en uno que me doblega
solo    sin poder respirar a veces

con opaca luz
        todavía

prolongando lo negado
lo abolido de otros instantes
ya ennegrecidos

Voy con el canto de antiguos silencios
llevando la última ofrenda
hasta otro mar    uno lejano: 

            mi nuevo infortunio
  aún secreto está en sus aguas

Voy desolado 
lejos de mí

llevándome
y conmigo       a cuestas     vencido
cargando las mismas dolencias
las heredadas en la piel    en la sangre     en el alma

10

Los testigos
aquellos viejos inquilinos de mi nostalgia

los que afrentan por mí la lucha
en su silencio
esa batalla infructuosa que sostengo
ante los otros     cada noche

Los más lejanos
muchas veces

ellos   

            siempre tan inclementes

siguen devorando
mis entrañas mientras vivo

Ahora lejos de mí   
me abandonan
a la intemperie
en las hebras del viento
de un invierno más cercano 
en el secreto escondido

            de otro secreto vulnerado

Ellos
los testigos     los que desaparecen
mientras yo quedo ahí     desperdigado
ya no vendrán de nuevo
hasta mi lecho

Saben
que no cuento con otras fuerzas
para permanecer un tiempo más
ni para dejar ante el papel       lo prometido

Por eso deciden abandonarme
ir en otro camino
enviarme a un lejano destierro y olvidarme

Quizás lo poco que hoy les ofrezco
sea solo palabras devastadas
desamparadas y sin forma

palabras          que sé     
ahora

  ya no tengo