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SOBRE DESPUÉS DE LA CAÍDA. POR JUAN RUIZ DE TORRES

Miladis Hernández Acosta PALABRA PREVIAS SEGURAMENTE INNECESARIAS Miladis me escribe y me envía su poemario. Yo le hinco el diente, pero mi herramienta se rebela por completo incapaz de conseguir,

Gladys Mendía 5 años ago 41
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PALABRA PREVIAS SEGURAMENTE INNECESARIAS

Miladis me escribe y me envía su poemario. Yo le hinco el diente, pero mi herramienta se rebela por completo incapaz de conseguir, no ya engullir, sino dar un bocado al mundo de las palabras de Miladis Hernández Acosta. Un torbellino de neologismos, de paralogismos, de hemivocablos me opone una muralla infranqueable. Tanteo aquí y allá, lucho contra lo preconcebido, urdo sistemas de ataque, herramientas para reducir a semánticas accesibles los enloquecidos renglones.

¿O no tan enloquecidos? ¿No estaré dejándome llevar por los textos, las estructuras oracionales, los valores semióticos acostumbrados, digeridos años ha y asimilados como los únicos valederos?

Miladis necesita, en verdad, otro diccionario adicional al que han elaborado los hispanohablantes durante estos pasados diez o doce siglos. En ella todo es efervescencia, búsqueda incesante de huecos, de cavernas por las que infiltrarse en la sinrazón de la razón humana. Sondea autores de otras latitudes sin que le aporten mucho, retorna a nuestros viejos Juana de Asbaje, Avellaneda, Heredia; salta a los Rimbaud, Celan o Woolf, mordisquea en los mitos y en la historia. Nada basta a su hambre pertinaz de nuevas formas de expresar su efervescente interior.    

Ella fue objeto, por ejemplo, de una edición en clave de poetisa arquetípica (por Fredo Arias de la Canal). Pero la poesía de Miladis Hernández Acosta va mucho más allá de los arquetípico que todos escondemos. ¡Arquetipos a Miladis! Ella es capaz de reinventar el idioma si la dejan. Al repasar sus líneas febriles, me he sentido, una y otra vez, llevado por ellas como sobre la cresta de una ola, intentando evitar un ahogamiento prematuro que me habría impedido terminar la hazaña.

Sí: es una hazaña sobrevivir a los versos-ariete, los versos-guadaña, los versos-mandíbula de Hernández Acosta. Pero, al mismo tiempo y precisamente cuando uno está a punto de abandonar la lucha, de dejarse simplemente llevar por el tsunami que Miladis convoca, mejor, conjura con sus palabras, de pronto le asalta al lector una duda: ¿seguro que es ola, terremoto, lo que Miladis convoca? ¿No será, más bien, una astuta maniobra para que el lector se abandone sin lucha ante lo inevitable? Porque en la aparición de versos como

                  ¿Por qué inocularme la sangre de Sísifo?

 ¿La santa demencia –lastimada– por fábulas temibles?

 ¿El corral de la Cruz y la estaca del hereje?

se adivina, en segunda lectura, un ansia casi sobrehumana de Miladis por ser admitida en el mundo de los que al fin comprenden, de los que saben que el mundo de las palabras, espejo inmarcesible del de las ideas, se ha visto envenenado a lo largo de estos tres, cuatro últimos siglos por el conformismo de los creadores, que no alcanzan a aceptar que el mundo de afuera, el que tiene significación en cuanto a que es donde los humanos residimos y al fin desaparecemos; esto es, el mundo real que ninguno somos capaces de aprehender, es más que las pobres palabras que hemos inventado para describirlo y hacernos parte suya.

Un mundo más allá de las palabras: ese es el significado último de la angustiada lucha que Miladis Hernández Acosta ha intentado conjurar con su singular y emocionante poemario. Algunos entenderán su empeño.

Juan Ruiz de Torres.
Director Asociación Prometeo de Poesía. Madrid
21 de marzo, 2012