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MARIAN RAMÉNTOL: POESÍA ACTUAL CATALANA

FOTO POR PEPE RUZ Marian Raméntol, (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Miembro del grupo musical O.D.I con el que ha editado vídeo-libros y

Gladys Mendía 2 años ago 93
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Marian Raméntol, (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Miembro del grupo musical O.D.I con el que ha editado vídeo-libros y diversos álbumes además de bandas sonoras de cortos y medios metrajes. Ha trabajado con músicos experimentales en múltiples recitales y performances. Ha traducido a poetas contemporáneos italianos al catalán y al castellano. Ha publicado diecisiete poemarios y ha sido incluida en dieciséis antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, rumano, armenio, portugués, búlgaro y estonio, y ha prologado varios libros de poesía. Su actividad en el ámbito artístico y poético le ha llevado a formar parte de festivales (tanto poéticos como de cinematografía), exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.

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Selección de Gladys Mendía


De “El insomnio de los verbos cansados” editado por LN Ediciones en 2017 en formato de libre descarga.

LA ÚLTIMA PISTA AZUL DE TU ESCONDITE

El mar tiene las manos largas
cuando me orquestra la vida,
la llena de conchas, la pudre cuando
intenta atarme el pecho y subastar
los peligros que me definen orgánica.

Lo veo venir, con toda la exactitud
mojada en los labios,
llovido sobre mí, sobre los restos
de esta orfandad que me llaga,
supurante de instintos yermos,
de ojos como eslabones marítimos
que me encadenan
al último día, a la última
pista azul de tu escondite.

Me deslizo entonces
por todas sus capas de agua, por el tacto suspendido
en la sal del mayor de los desastres.

Abandono el aire, me disuelvo,
y te abrazo nuevamente muerta.

De “En el soliloquio de mi cuerpo” editado por LN Ediciones en 2021 en formato de libre descarga.

TODOS LOS LAGRIMALES SABEN LLORAR

La noche se empaña
de pájaros, polvo y siglos.

Una singular frigidez dibuja corazones
al final de mi cuerpo, las lágrimas
desordenadas practican slaloms
entre latidos curvos,
y derrapan sobre mi feminidad
para estrellarse sobre los restos
de un día cualquiera.

En este paisaje insípido
todos los lagrimales saben llorar
casi sin pasión, repitiéndose
una y otra vez, que el oxígeno
pesa mucho cuando es demasiado azul.

La oscuridad entera
aplastada en la ventana
tiembla ante la posibilidad de entrar en mí.

Mientras, regreso al interior de las horas,
me acomodo en mi edad más cansada,
reconstruyo el vuelo de los colores,
clavo el horizonte cual frontera y espero,
cautelosa, a resucitarme.

VOY A MORIR CON EL CABELLO IMPERDONABLE

La luna, con la boca tachada,
se espesa sobre el océano
y su lentitud salina
crea un vientre aurífero
que me busca lluviosa,
húmeda y sin humor.

Con los ojos vidriados,
su luz me ronca entre las sienes
y comprendo
que las ausencias viven.
Viven sus nichos
intercambiándose silencios,
manoseando el aire
mientras aturden
la humedad de mis escamas,
y modifican los paisajes,
los agolpan en mis hendiduras.

Se deshace el rigor de la noche
y un disparo cruza mi decadencia,
voy a morir con el cabello imperdonable,
labios impúdicos y el corazón
arrinconado en la gramática fluvial
de una casa ojeriza y destechada.

No sé si tendré frío.

De “Salvoconductos hacia las primaveras” editado por LN Ediciones en 2022 en formato de libre descarga.

EL ESTRUENDO DEL VACÍO AL TERMINARSE

Tengo el beneficio de la deuda,
el retrato de las horas en la pared del mundo,
y no hay absolución cuando se deben las palabras.

Entrecomillamos la sangre
pero las pulsaciones por minuto en cada párrafo
autografían el estruendo del vacío al terminarse,
ese eco que nos elimina con su dedicatoria
y nos deja siempre sin final.

Resbalar por las tildes es peligroso,
un profundo espasmo en la amortización
de nuestra existencia. Así nosotros, los poetas,
arrastramos la melodía para escribir los límites
de esa frase única que roza apenas los labios
y dispara a quemarropa entre dos pechos.

En mi caso,
el corazón es un paseo a cara o cruz
sin sedantes para la agonía
ni para el escalofrío del agua.

Así me llamo, una estación terminal
donde desovan los interrogantes
abrazados a la bajamar de mi cuello,
como combustible de un naufragio.

Del libro inédito “Mi fonética de calcetín zurcido”

NO QUEDAN ADJETIVOS PARA LA MUERTE

¿Cómo pude morir tanto
sin que el esqueleto de mi nombre
esputara lunas en la boca del aire?

Una nueva patología de ternezas,
el diagnóstico de una feroz infección.

Si me hubieras explicado
que no quedan adjetivos para la muerte
y que esta grave translucidez
me iba a ser casa y avenida
hubiera abierto la tierra
para arrugarme a tu lado.

Pero te callaste el beso, una vez más.

LA MÁS LÍQUIDA BANCARROTA

Terreno arcilloso cuando me alargo tantísimo
que rompo la palabra esculpida y horneada,
de olor perenne como tu nombre sin memoria
cuando toca el cielo y renace tallado en la piel
de todas las urgencias.

Hasta que me mate el poema
o su cadáver pronuncie mis fríos
en este afluente descalabrado donde tu rostro
me lleva siempre a la más líquida bancarrota,
hasta entonces
prolongaré mis branquias de azúcar
para besar tu milagro.

Espero ser matriz, firme sospecha
y cinto en el gran invierno del mundo