Clara E. Briceño Zappacosta (Venezuela – 1992). Estudió Artes en la Universidad Central de Venezuela. Vive en París desde el 2016, donde realizó una Maestría de Literatura Comparada y una Maestría de edición literaria y audiovisual en la Universidad Sorbonne. Traduce poesía latinoamericana. Recientemente colaboró en las revistas Chevet Magazine y Fracas. En el 2020 trabajó como correctora en la edición del libro French Unpublished Poems & Facsimile 1958-1960, de Miyó Vestrini, (Trad. Patrick Durguin, Ed. Faride Mereb) publicado por Kenning Editions y Ediciones Letra muerta. Actualmente lleva el proyecto digital poemas sin casa, un refugio de poemas inéditos, sin techo, de escritores latinoamericanos, y trabaja en varios proyectos de poesía. El mar escribe sentencias es su último poemario inédito.
@claraelisabz
Del El mar escribe sentencias (inédito)
Construyó su propia tumba
con papel.
Viva y breve
lanzó los libros al piso.
Las esquinas del ataúd
estaban hechas de repisas.
Almohada partitura.
Y allá camina
claros ojos que nunca tuve.
Aire.
Quedaba la ventana de un estante
para ver tu rostro
y verla a ella.
Sin su voz lisa
te dije, no lo hagas
y te dije
vete con ella
en una lengua ajena
para empezar a llenar la última repisa
para sellar la última ventana.
Ahogada
me dio la espalda contigo.
Ahora siempre me conjugan en pasado.
Hice de mi tumba lo que quise
un cuarto lleno de papel.
Con mis ojos
la tierra
y la tumba
siempre propicias.
A lo que se muere por dentro
no se salva
se entierra escribiendo.
Ahora
solo
solo pared
solo papel
solo en-tierra
esa muerte.
Son las 5 o las 7
quizá las 8 de la noche.
No hay libro ni pantalla ni canción ni comida.
Y las manos se riegan en la cabeza
las uñas se ensucian
llenándose de vacío.
Hurgas hasta dar con la nube.
Son las 10 de la noche.
Algo pasa, la letra ahora está más choreta
y el gato sigue en la ventana.
Olvídate de la compañía
de una montaña, de Venecia o Tel Aviv.
Él, ha sido el único que
a pesar el rasguño
insiste.
Mi estancia es temporal
donde sea que esté
pasajera
tengo horarios para cada sitio
se repiten mientras duermo
han estado buscando una salida.
Y ya no quedan adoquines de alabastro
ni el invento de algún mármol
solo falsos mausoleos para los días
solo miedos que revolver con una cuchara vacía
porque hace años que no se le echa azúcar al café.
Huidiza
me escurro
no porque quiera
se me acaban las horas.
Vuelta tumba
sarcófago para recalcitrar palabras
la casa me hunde.
Y ahí viene
hay que volver a recoger los peroles
pintar las paredes
esconder la tierra debajo de la alfombra.
Y volverá a sonar alguna alarma
para decir lo suficiente:
tú en cualquier lugar
tú en cualquier estancia
tú en cualquier cuerpo
tú en cualquier palabra
tú
tú
tú
y las sobras.
***
Mi espacio tiene dos superficies, sin intermedios.
Están, la del colchón y la del piso.
Las dos se extienden entre mis piernas
me acuesto
ya no en la cama
sino en el piso.
Las cosas se mezclan
y aunque se siga escribiendo por la noche
en el piso o en la cama
ya las manos no dan para la piel.
Tiene el poema el encanto de escudrinar las palabras, para encontrar en las mismas, la profundidad del mismo. Me gusto
Me encantó, gracias.
“La casa me hunde”