
En cada ocho de marzo resuena la memoria histórica de las luchas sociales y culturales que han forjado la senda de la emancipación femenina. Esta fecha, instituida tras una serie de acontecimientos que incluyeron protestas de trabajadoras textiles en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, es conmemorada hoy a escala mundial como una presencia de la resistencia y la determinación inquebrantable de las mujeres. Hoy se realiza una jornada para reconocernos en el tejido de narraciones, estéticas y procesos filosóficos que destacan la actividad decisiva de la mujer en el devenir humano.
En la fundación de la literatura moderna, no podemos ignorar las reflexiones inaugurales que hicieron eco de la voz femenina en espacios tradicionalmente reservados al dominio masculino. Simone de Beauvoir, en El segundo sexo (1949), suscitó el debate intelectual al afirmar que “no se nace mujer: se llega a serlo”. Con esta sentencia, expuso la complejidad de la identidad femenina y la necesidad de entender la historia de la mujer más allá de los discursos patriarcales que pretendían confinarla. Años antes, Virginia Woolf reclamó en su ensayo Una habitación propia (1929) la autonomía creativa de las escritoras y, a la par, un espacio literario que reconociese la capacidad femenina de narrar y de transformar las estéticas de su tiempo. En nuestro continente latinoamericano, la pluma de Teresa de la Parra en Ifigenia (1924) evidenció las tensiones entre la tradición y el deseo de libertad, resaltando los anhelos de autonomía íntima y cultural de la mujer venezolana de inicios del siglo XX.
El arte, la filosofía y la literatura son pilares que sustentan una visión polifónica de la historia de las mujeres. Las pinceladas transgresoras de Frida Kahlo, el gesto subversivo de Leonora Carrington y las composiciones musicales de Teresa Carreño atestiguan la fuerza creadora que, a pesar de obstáculos sociales, ha consolidado la presencia femenina en distintos ámbitos artísticos. Desde las trincheras del pensamiento, intelectuales como Hannah Arendt y María Zambrano también han sido voz esencial para comprender los procesos políticos y existenciales, situando la reflexión femenina en un punto neurálgico de la filosofía contemporánea.
En esta segunda edición de LP5, nos unimos a la conmemoración global para reafirmar la importancia de seguir abriendo puertas y superando los velos del silencio. La dedicación de este número al Día Internacional de la Mujer no busca encasillar la visión en una sola perspectiva, muy por el contrario, busca ensanchar el horizonte de los imaginarios literarios y artísticos, invitando a la crítica y al diálogo. Celebrar el 8 de marzo implica reconocer la historia compartida de luchas, sueños y logros; pero también nos convoca a reflexionar sobre las expresiones del presente, a repensar —con creatividad y rigor— la noción de lo femenino en una sociedad compleja y cambiante.
Confiamos en que los ensayos, poemas, artículos y entrevistas aquí reunidos actúen como antorchas que iluminen el pensamiento. Cada colaboración es una afirmación de nuestra esencia polifacética y un tributo a quienes, desde sus diferentes trincheras, resisten y crean mundos nuevos. Si en algo creemos fervientemente, es que este homenaje a la mujer —lejos de agotar el diálogo— lo amplifica, y nos recuerda que aún se deben tejer más hilos en esta gran trama del saber, la sensibilidad y la libertad.
Dediquemos, pues, esta edición a la pluralidad de voces femeninas que, desde su quehacer artístico o intelectual, nos invitan a redescubrirnos en cada verso, en cada trazo y en cada reflexión filosófica. Que este número de LP5 sirva como puente entre el pasado de las luchas pioneras y el presente de una conciencia en ascenso, alentando, a su vez, el porvenir de las generaciones venideras que, sin duda, llevarán la antorcha de la creación literaria, la innovación artística y la crítica humanista con visión amplia y renovadora.
Gladys Mendía
Directora de LP5.cl
Querida Gladys:
¡Poderoso! Muchas felicidades por el inmenso y saludable trabajo que haces para dar la palabra y la voz a las personas que ocupan la “periferia”.